La farsa electoral de Maduro y el rechazo del pueblo venezolano

El pasado 25 de mayo, Venezuela vivió un proceso electoral que ha sido ampliamente cuestionado por la comunidad internacional y la oposición democrática del país. Con una abstención histórica del 85%, la ciudadanía decidió no participar en lo que consideran un simulacro de democracia diseñado por el régimen de Nicolás Maduro para aparentar legitimidad.
Lejos de ser una muestra de apatía, la abstención masiva fue interpretada como una forma activa de resistencia. La mayoría de los venezolanos optó por no convalidar un proceso que consideran fraudulento, reafirmando su respaldo a los líderes opositores María Corina Machado, Edmundo González y la Unidad Democrática.
Uno de los objetivos del régimen era debilitar y dividir a la oposición mediante habilitaciones exprés y una supuesta tarjeta electoral. Sin embargo, figuras como Henrique Capriles, Manuel Rosales y Tomás Guanipa, que aceptaron participar en el proceso, solo obtuvieron un 5% de apoyo popular, lo que ha sido calificado como un fracaso político.
Maduro también esperaba que la comunidad internacional aceptara los resultados y pasara la página, pero la baja participación y la exclusión de la oposición real han generado un rechazo generalizado. En respuesta, el régimen ha intensificado la represión, incluyendo el secuestro de Juan Pablo Guanipa, un líder opositor clave.
A pesar de la persecución, la oposición y la sociedad civil buscan reorganizarse para canalizar el descontento social. La comunidad internacional sigue atenta, exigiendo que se respete la voluntad expresada en las urnas el 28 de julio, cuando los venezolanos eligieron libremente su liderazgo.
El futuro de Venezuela sigue en disputa, pero la resistencia del pueblo y el respaldo internacional mantienen viva la esperanza de una transición democrática.
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