A 52 años del Halconazo
Dice un refrán popular que: “no hay mal que duré cien años, ni cuerpo que los aguante”; y precisamente a los 100 años de edad, en julio del año pasado falleció el expresidente Luis Echeverría Álvarez. Sin lugar a dudas uno de los personajes más funestos en la historia política de nuestro país, mismo que fue el artífice de dos de los episodios más oscuros de la segundo mitad del siglo pasado, es decir, la matanza de Tlatelolco aquel 02 de octubre de 1968 y el episodio conocido como el “halconzado”, el 10 de junio de 1971.
El 2 de octubre del 68 es un evento histórico que permanece vivo en el consciente colectivo del pueblo mexicano, no obstante, los hecho del 10 de junio del 71 suelen no estar tan presentes en la memoria histórica de los mexicanos. En ambas ocasiones el común denominador fue la represión y el abuso del uso de la fuerza por parte del gobierno en contra de jóvenes estudiantes, así como la gran neblina que al día de hoy persiste y que no permite conocer a profundidad la verdad sobre las cifras de detenidos, heridos y sobretodo de muertos.
El expresidente Gustavo Díaz Ordaz comúnmente suele ser visto como el villano de los hechos del 68, sin embargo, más de algún historiador apunta a quien verdaderamente dio las órdenes para reprimir la manifestación en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, fue nada más y nada menos aquel quien fungía en ese momento como secretario de gobernación, Luis Echeverría Álvarez. Quien como ya sabemos, terminó siendo el sucesor de Díaz Ordaz en la presidencia y que encabezó uno de los peores gobiernos de los que se tenga registro históricamente.
A 52 años de lo ocurrido aquel jueves de Corpus Christi en el entonces Distrito Federal, recordamos con tristeza y dolor un episodio donde estudiantes del Instituto Politécnico Nacional y de la UNAM fueron emboscados en plena manifestación, por fuerzas paramilitares, quienes también eran jóvenes y vestían de civiles. Recordamos como estos “halcones” dispersaron el pelotón de jóvenes que se dirigían al Zócalo de la Ciudad de México, principalmente con varas de bambú, utilizándolas como armas blancas al golpear salvajemente a los manifestantes; aunque también por supuesto que fueron utilizadas armas de fuego, con las que abatieron a los jóvenes manifestantes.
De acuerdo con cifras oficiales publicadas por la propia UNAM y retomadas por la CNDH, se habla de ciento veinte fallecidos aquella tarde, además de cientos de heridos entre los que por supuesto destacaron estudiantes, pero también civiles y prensa nacional e internacional. De igual manera en ese mismo reporte de la CNDH nos recuerda algo todavía más indígnate, cuando en el año 2009 el expresidente Echeverría fue exonerado de toda culpa relacionada con los hechos, por falta de evidencia tangible.
¿Hubo detenidos? Si, los hubo; pero para cómo se acostumbraba hacer las cosas, o quizás se siga acostumbrando, se trató de chivos expiatorios, nadie, absolutamente nadie de alto nivel fue procesado por los hechos del jueves de corpus. Las respuestas a tantas preguntas son obvias y se resumen en algo simple, la falta de justicia y la impunidad que reinan desde hace décadas en México, tienen un origen y un final: la presidencia de la república.
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