Atomización de partidos
En los Sistemas Electorales y de Partidos Políticos hay un modelo que debe analizarse cuidadosamente; porque, aunque en apariencia tenga amplios alcances democráticos, en la práctica puede volver más complicado el proceso de participación electoral ciudadana y de legitimidad en las elecciones. Este modelo es el de Atomización de Partidos.
Entendemos la existencia de Atomización de Partidos, cuando el sistema de partidos es competitivo;
pero las fuerzas en pugna representan a una amplia pluralidad de posiciones ideológicas, de tal modo que no existen opciones realmente dominantes, o las fuerzas con más posibilidad para acceder al poder padecen de fracturas internas.
Un escenario así permite que el proceso electoral se contamine con el fenómeno conocido como “Voto Útil”; es decir, la ciudadanía termina votando no por lo que quiere, sino por lo que en su percepción tiene más posibilidad de ganar las elecciones. Aquí, el juego de las percepciones es importante.
Si la fuerza política dominante se fractura; o si las fuerzas de oposición no atinan a consolidar un frente atractivo para la ciudadanía; las campañas políticas tenderán a utilizar medios turbios, basados en la post verdad o en la franca campaña negra; lo que implica un daño a la democracia.
Esto para crear en el electorado la percepción de que una fuerza política es la dominante, o que las otras no tienen posibilidades reales de ganar. Así, como consecuencia, gran parte de la ciudadanía aumenta su desencanto y repulsión hacia la clase política, y esto termina erosionando la participación democrática.
No sólo eso; también alienta al populismo, porque ante el desencanto con la clase política, emergen presuntos liderazgos que representan el descontento social, pero que –en la práctica- siempre tienden a la concentración autoritaria del poder. Los casos que ejemplifican esto se encuentran en varias democracias contemporáneas, incluyendo la nuestra.
La atomización de partidos daña la democracia, porque implica la posibilidad de malas prácticas electorales, y alianzas políticas a conveniencia entre grupos ideológicamente dispares, para pragmáticamente hacerse con el poder, o mantenerlo. Decía Maquiavelo que el fin justifica los medios, sólo cuando el fin es el Estado; no el poder.
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