Cárteles Terroristas

Otra vez, en Estados Unidos revive la intención de declarar como terroristas a las organizaciones criminales mexicanas relacionadas con el tráfico de drogas. Esto, luego del ataque, secuestro y asesinato contra ciudadanos estadounidenses en Tamaulipas, que ha motivado nuevas tensiones en las relaciones diplomáticas entre nuestro país y Estados Unidos, mismas que han escalado a otros niveles de retórica que no solucionan nada, pero que producen utilidad política para ambos.

En los últimos años, este tema ya se ha tocado en Estados Unidos. Durante la administración de Obama, cuando Hillary Clinton era secretaria de Estado, ella hablaba del “narcoterrorismo” y la “narcoinsurgencia” del crimen organizado mexicano. En esa administración, el subsecretario de la defensa advertía que era inminente que los cárteles en México pudieran “tomar el poder”. Trump también declaró la intención de designar a las organizaciones criminales como terroristas.

Ahora, la diplomacia se enrarece ante el llamado de legisladores republicanos que han suscrito proyectos para dar nombramiento terrorista a los cárteles. Por parte de nuestro país, el presidente amenazó con hacer una campaña electoral entre mexicanos residentes en Estados Unidos para afectar al partido republicano; mientras que el canciller Ebrard ha sido enfático en el discurso de la defensa de la soberanía nacional. Nada de eso resuelve el problema.

El problema está en otro lado. Convenimos en que el término terrorismo se refiere al empleo de la violencia en contra de civiles como estrategia para generar conmoción en terceros, a fin de comunicar un mensaje político e influir en el poder, empleando al terror como vehículo. En esa hipótesis, los cárteles mexicanos sí han usado estrategias terroristas, sin ser de facto grupos insurgentes. Aunque no falta mucho para ello.

Sin embargo, es una realidad que Estados Unidos utiliza la nomenclatura de Grupo Terrorista a conveniencia política, sea como arma diplomática o sea como vía de intervención extranjera. El ejemplo más claro es el Talibán, a quien Norteamérica le ha dado y quitado la designación de terrorista en función de sus intereses en Oriente Medio. Igualmente ha pasado con las Guardias Revolucionarias Islámicas de Irán. Es decir, sólo para amedrentar.

Varios de los cárteles mexicanos sí han desplegado estrategias cuasi terroristas para influir en el poder del Estado. Es un problema grave relacionado con la inequidad, la corrupción, el capitalismo rapaz, la erosión de las instituciones, y la existencia de zonas con Estado Fallido. Pero nada de eso justifica que Estados Unidos quiera capitalizar el dolor y la muerte que nos ocurre en México, para alimentar su voraz dominio diplomático.

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Alan Santacruz
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