Colapso en Movimiento Ciudadano
El sainete político, jurídico y mediático, el significado por el gobernador de Nuevo León en días pasados, deja varias lecciones que no pueden ser pasadas por alto.
La primera de ellas es que la enfermiza obsesión por reducir enteramente la actividad pública al manejo de las redes y al culto de la personalidad, es un error que puede tener consecuencias catastróficas. En política, lo único que cuenta son los resultados que mejoren la vida de la gente y de sus familias.
La segunda es que querer reemplazar la preparación, la experiencia, la madurez, el temple, con el mero hecho de tener pocos años, es claramente suicida.
Y la tercera, es que tener una marca partidista como Movimiento Ciudadano, que se paga con recursos del contribuyente y se maneja como negocio propio y con absoluta discrecionalidad, es desde muchos puntos de vista, al igual que pasa con el Partido Verde y con el PT, un fraude legal y ético que no solo lastima la confianza de algunos de sus miembros que son gente respetable, sino que constituye una violación a las reglas mínimas de decencia que deben observar quienes actúan en política o quienes quieren obtener cargos públicos.
Al igual que sucedió en los años 90 con un partido que se llamó Sociedad Nacionalista, que era una empresa familiar, desembolsó dinero público, participó en elecciones, tuvo algunos legisladores y luego perdió el registro, desapareció, y a sus líderes les giraron órdenes de aprensión.
Movimiento Ciudadano ha cometido dos grandes errores, el primero de ellos es haber jugado en sucesivas elecciones como aliado de conveniencia, o dicho en buen castizo, como esquirol con otras formaciones según soplara el viento. En esta ocasión decidió ir como vagón de cola del tren de MORENA, asumiendo que de esa forma podría obtener ventajas, privilegios, cargos, y sí, por supuesto, prerrogativas.
El segundo es que no calculó que uno de sus miembros, que muestra claro síntomas de desequilibrio, se podría salir de control e intentar dar una especie de golpe de Estado en Nuevo León. Al tratarse de una entidad, digamos, bastante próspera, con una ciudadanía que suponíamos más formada, llama la atención que durante dos años dejaron a Samuel García, un charlatán, hacer prácticamente lo que le diera la gana sin chistar.
¿Cómo fue que Nuevo León lo eligió?, ¿cómo los medios más influyentes lo prohibieron?, ¿cómo los empresarios no alzaron la voz?, ¿cómo sus instituciones universitarias y otras guardaron silencio?, ¿cómo los organismos de la sociedad civil callaron? Ninguno ha dado una respuesta puntual, pero es evidente que algo estaba fallando en esa sociedad, que pensábamos que era más fuerte, más autónoma y más civilizada.
La última reflexión, sin embargo, es positiva, si toda campaña se decide en función de una disyuntiva para los electores, entonces una estrategia exitosa consiste en identificar la comprensión de suerte que las opciones en contienda logren representarlo y atraer así a la mayoría de los votantes.
Tras el colapso de Movimiento Ciudadano es más que evidente que en las elecciones presidenciales del año próximo, ahora solamente habrá dos opciones y el votante tendrá que decidir entre ellas. Una representa la inseguridad y la corrupción galopantes de estos años, los más de 200 mil homicidios, el bajo crecimiento económico, los 50 millones sin acceso a servicios de salud o los malos resultados educativos, como acabamos de ver con la prueba PISA, y la otra representa en todos estos aspectos un cambio constructivo, un cambio para bien de cada uno de los mexicanos y de sus familias, eso es exactamente lo que estará en juego en el 2024.
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