Comunicación, discapacidades y reconocimiento de la diferencia

Cuando era adolescente, me llamó la atención la publicidad de una marca italiana de moda en una revista. Era una imagen de gente con distintas características raciales, con una frase que decía “todos iguales, todos diferentes”. Esa idea me marcó y quiero traerla a la mesa para hablar de las diferencias, aunque no de aquellas raciales o sexuales a las que hacía referencia esa marca, sino a la diferencia en las personas con discapacidades.

En los meses recientes, varios de mis estudiantes han explorado el vínculo entre comunicación y discapacidad. En estos acercamientos han reflexionado sobre los desafíos que enfrentan las personas con discapacidad en la interacción con quienes les rodeamos.

En esta línea, Fernando Rocha Montelongo, estudiante de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, hizo microetnografía con una comunidad de personas ciegas y débiles visuales. Llegó a esa comunidad cuando tomó un taller de braille y encontró un mundo. Él explica que en una biblioteca pública hay talleres de sensibilización, que incluyen la “experiencia en la oscuridad”, abiertos al público general, para conocer y comprender la vida cotidiana de las y los invidentes; pero también reconoce lo poco preparada que está la ciudad para la movilidad de estas personas, por ejemplo, no hay suficientes semáforos peatonales que tengan apoyo sonoro para señalar a estas personas cuándo pueden cruzar una calle.

Por otro lado, Víctor González Barragán, quien estudia la Maestría en Relaciones Públicas y tiene un especial interés en la línea de inclusión social, aborda la comunicación entre personas con discapacidad auditiva y personas oyentes, desde una perspectiva intercultural. Como sabemos, ante la imposibilidad de escuchar, estas personas recurren a la lengua de señas para comunicarse. El problema no es interactuar con otras personas sordas, sino con las personas oyentes, que por lo general no tenemos noción alguna de lengua de señas. Eso abre una brecha que tiene implicaciones sociales, educativas, laborales y más.

Tanto Fernando como Víctor hacen notar parte de esta brecha. En los talleres de braille suele haber personas ciegas y débiles visuales; en los talleres de Lengua Mexicana de Señas suele haber personas sordas; en ambos casos también suelen asistir personas que les rodean y tienen un interés específico en acompañarles, como familiares, amistades, profesores y personal de apoyo en instituciones de desarrollo social. Sin embargo, es raro que haya personas ajenas a estas realidades, de ahí que sea tan complicado entenderles y entendernos. 

Quienes vivimos sin estas discapacidades esperamos que se adapten a “nuestro mundo” en vez de hacer un esfuerzo por comunicarnos y ponernos en sus zapatos. Aquí es donde entra el reconocimiento de la diferencia. De acuerdo con el filósofo alemán Axel Honneth, reconocer significa atribuir al otro cierto valor, respetarle, hacerle justicia. Para reconocer, es necesario conocer; para ello, es vital ver y visibilizar, así como comunicar, expresar que valoramos. La filósofa Nancy Fraser señala que el reconocimiento se refiere a “una relación recíproca ideal entre sujetos, en la que cada uno ve al otro como su igual y también como separado de sí”. Se trata, así, de reconocer la diferencia, a la vez que la igualdad en derechos.

La comunicación es central en el encuentro y esta búsqueda de reconocimiento de la diferencia. En tiempos en los que hablamos tanto de inclusión social, tendríamos que partir de encontrar los modos de encontrarnos y entendernos, tanto en la esfera de las políticas y programas públicos que garanticen mejoras en la calidad de vida de las personas que viven con discapacidad, como en la vida cotidiana. Nos hace falta ver esas diferencias, convivir con ellas, entender que todos somos iguales y, a la vez, todos somos diferentes.

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