Crisis educativa
La semana pasada se celebró el Día Internacional de la Educación, aunque a decir verdad, es poco o nada lo que hay que celebrar en buena parte del mundo y desde luego en México. Para empezar, algunos datos en nuestro país son sencillamente escalofriantes; México tiene apenas un 60% de cobertura educativa de personas entre 3 y 29 años, ocupa la posición número 55 en las pruebas pizza, estas pruebas que hace la OCDE internacionalmente, donde se evalúa un total de 79 países, el 55 entre 79, entre el 45 y el 55% de los alumnos no tienen las competencias mínimas en matemáticas ni en ciencias ni en lectura, y la mitad de los alumnos que regresaron a clases en el ciclo escolar 2021-2022 apenas conocían el 50% de los contenidos curriculares.
En suma, es una catástrofe que desde luego afecta más a la educación pública y a los niños de familias pobres y va a condenar a una o quizá a dos generaciones de estudiantes a ser una generación perdida, y déjeme darle algunos datos duros: según dos reportes recientes del Banco Mundial, esta crisis provocará un aumento en las tasas de deserción escolar y el resultado será un impacto en la formación de capital humano que afectará gravemente la adquisición de habilidades y de competencias de los estudiantes, es decir, los niños afectados entrarán a la vida adulta con menos competencias y tendrán menos ingresos a lo largo de su vida, por ejemplo, en América Latina, incluidos México y sus estados, cuando los niños de ahora tengan entre 30 y 45 años, casi 5 millones de personas caerán en la pobreza si los padres, los gobiernos, o ambos, no aplican medidas urgentes de compensación educativa para frenar la tragedia y superarla al menos en parte.
Ahora bien, como dice mi colega, Jaime Saavedra, que es el Director de Educación del Banco Mundial, el problema no es que no sepamos cómo es una buena escuela y un sistema educativo razonablemente buenos, abundan los buenos ejemplos, el problema es la falta de voluntad política y de un entendimiento cabal de la magnitud del problema, le voy a dar una muestra; hace poco se preguntó a funcionarios públicos de 35 países, cuál era la proporción de niños de 10 años en sus países que no podían leer ni entender un texto simple, o sea lo que se conoce como pobreza de aprendizajes, ellos respondieron que esa cifra debería ser alrededor del 25%, la realidad era mucho más grave, en ese momento era del 47%, y hoy, tras la pandemia, es del 70% los niños que carecen de comprensión lectora, es decir, los funcionarios no tenían o no tienen la menor idea del tamaño de la crisis, entonces la pregunta clave es ¿qué hacer?
Primero, es urgente saber mediante una evaluación rigurosa, aquí y en todo el país, las cifras sobre pobreza de aprendizajes, retroceso curricular, retroceso socio-emocional y otras variables, para comprender de qué estamos hablando. Segundo, se necesitan más recursos financieros para contratar a docentes mucho mejores, para infraestructura, recursos digitales, material didáctico, y desarrollo profesional de los docentes, pero ese gasto tiene que ser sobre la base de la calidad, la eficiencia, la transparencia y la inversión, por ejemplo, los libros, la infraestructura escolar, la tecnología, se pueden comprar de manera más eficiente y que evite la corrupción.
En tercer lugar, la tecnología ayuda, pero más importante es asegurarse de que los docentes que trabajan en las escuelas y en la gestión del sistema sean los mejores y que su trabajo sea de excelencia. En cuarto lugar, en México y en otros países, más del 90% de los presupuestos educativos no va para inversión de calidad, sino para pagar salarios y prestaciones de los maestros, por lo tanto, lo lógico es exigir que se reclute a los mejores y que su desempeño sea óptimo porque es una condición esencial para mejorar la calidad educativa y para que cada peso se invierta de manera más eficiente en beneficio de los niños. Finalmente, está ampliamente demostrado que la calidad de los maestros define la calidad de un sistema educativo, de allí la importancia de que los sistemas educativos atraigan a los mejores profesionales a la carrera docente, lamentablemente, como dice el Banco Mundial, todavía hay sistemas educativos donde los criterios políticos y las complicidades sindicales determinan quiénes seleccionado como maestro o como director, o en qué localidad trabaja en maestro, cuando eso sucede, no importa cuanto se invierte en libros, en tecnología o en edificios, las posibilidades de una educación de calidad son muy bajas, los maestros deben ser seleccionados por méritos y debe ser apoyados con capacitación práctica, acompañados en su trabajo en el aula y contar con planes de clase, programas y herramientas para mejorar su trabajo, ahí mismo en el aula y en la escuela.
Pues bien, nada de eso está ocurriendo ahora y las víctimas no solo serán los niños, sino el país en su conjunto, repito, este es una tragedia educativa y moral que los padres y la sociedad deben combatir con toda la fuerza posible.
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