Cuando la autoridad agoniza, la ley es letra muerta
¿Cuántas veces nos hemos quejado de las leyes, de quienes las hacen y hasta del recinto institucional donde se votan?, pero en contra parte, ¿cuántas leyes conocemos, en cuántas hemos participado? y más allá de la queja fútil, ¿cuántas veces hemos exigido el cumplimiento de las mismas?
La ley impone obligaciones, reconoce derechos y si bien supone un poder coercitivo también busca resolver problemas de coexistencia social, sería realmente ingenuo pensar que una ley aprobada comenzará a cambiar los problemas al día siguiente de su publicación o cuando se marque que ha entrado en vigor, pues las leyes no toman vida propia ni se cumplen por sí solas, las leyes se cumplen solo cuando hay autoridad.
Es una incongruencia escuchar a políticos y gobernantes exigir más y más amplios marcos legales para resolver problemas que consideran son visibles e impopulares para sus administraciones cuando este país tiene una de las constituciones más completas según coinciden grandes juristas; lo que se tiene son gobiernos aletargados, gobiernos que cambiaron su palabra de hacer cumplir la ley por un discurso de popularidad o populista, sean de derecha o de izquierda, el discurso populista en estos momentos no distingue colores.
Si se hiciera desde aquellas esferas un análisis introspectivo sobre cada situación incómoda por la que pasa un gobierno sea de seguridad urbana, seguridad vial, económico, financiero, educativo y hasta de salubridad podrían entonces observar que el diagnostico es grave, los gobiernos se encuentran en terapia intensiva y sin cuidados paliativos, pero cada síntoma de cada enfermedad tiene una causa: la falta de autoridad.
Cuando la autoridad decide voltear hacia otro lado, culpar al pasado, culpar a ciudadanos, culpar a opositores o simplemente se queda callada, está violando la ley, el incremento de delitos como los robos, homicidios dolosos, feminicidios, violencia familiar, el incremento de siniestros viales, de riñas, de narcomenudeo, todo esto existe porque hay una autoridad negligente, omisa y al parecer ciega, que resuelve con lo que resulta más fácil, culpar a las familias y a su falta de valores, de cultura o de educación y por si necesitaban que alguien se los recordara: proteger a las familias sí es su responsabilidad.
La próxima vez que analice un problema real y actual, le pido incluya en su análisis si lo que ocurre es porque simplemente no se aplicó la ley o no se tuvo autoridad porque créame la ley no nació muerta, la ley nació en los brazos de una “autoridad” que no supo imponerse.