Democracio en corcholatos

El presidente López Obrador tiene una clara fijación a la época de su niñez, quizás al momento del terrible accidente que le cortó la vida a su hermano y del que irresponsablemente tuvo alguna culpa, o la ha arrastrado. El mundo tiene que ser mejor y él tiene esa misión en la vida, un pensamiento mágico propio de una persona que tras un grave suceso sufre un shock que, si no es tratado lo deja marcado de por vida. El PRI de ese tiempo, el México idílico de ese tiempo, el buen indígena, los heróicos mexicanos seguidores de Lázaro Cárdenas, los que se enfrentaron a los extranjeros explotadores, los que extrían de la magra tierra los alimentos necesarios para sobrevivir, una utopía de amor y de igualdad en que el esfuerzo cotidiano alimentaba el mundo ideal anterior al monstruo del neoliberalismo. 

Una moderna y real Isla de los Pingüinos en que el Pueblo Sabio le brindó la oportunidad al nuevo redentor de la humanidad de desenredar los entuertos, limpiar el pecado original y desarrollar un nuevo hombre y una nueva convivencia libre de los males del conservadurismo y el neoliberalismo. No somos iguales es su bandera no porque ahora se hagan cosas distintas sino porque ahora se hacen las cosas bien, con buena voluntad con buena intención y como consecuencia inevitable con buenos resultados. 

No es que ahora hayan desaparecido los tapados sino que ahora los tapados se llaman corcholatas y el proceso se ha purificado porque no son los intereses de un grupo político y de su vocero el presidente de la república, sino porque mediante un conocimiento infuso Andrés Manuel encarna la voluntad popular y por lo mismo la decisión de señalar quienes son los que podrán contender por ser el defensor de la transformación, es una decisión que se origina en las entrañas de la voluntad popular y no puede ser más democrática. AMLO encarna la democracia, todo lo demás es sacrilegio y apostasía.

La corcholata y los corcholatos no tienen opción, o juegan el juego del orate con las reglas del juego que él imponga o se quedan fuera del juego. Es seguro que ninguna de las fichas tenga un grado de afección mental tan seria como el presidente, pero todos tienen su corazoncito y quien más quien menos sienten que de ser elegidos podrán enmendar los entuertos del anterior y volveremos, volveremos, volveremos a empezar. 

Es todo por hoy, hasta una próxima, si la hay.

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Jesús Eduardo Martín Jáuregui
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"Corcholata" y "corcholatos"

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