Desigualdades digitales
Recientemente la International Telecomunications Union publicó el reporte 2022 sobre conectividad global, Global Connectivity Report 2022. Los datos que presenta este reporte sostienen la lógica de las décadas recientes, en cuanto a las diferencias que las regiones tienen en el acceso y uso de internet en el mundo: Mientras en Europa el 95.7% de la población tiene acceso a internet, sea mediante conexiones fijas o móviles, en las Américas apenas el 68.5% tiene acceso a través de conexiones fijas y el 65.7% de conexiones móviles. Por supuesto, no es lo mismo estar en Canadá que en Haití. Tampoco es lo mismo, en el caso mexicano, estar en Jalisco que en Chiapas. O, para tomar el caso de Guanajuato, no es lo mismo estar en León y otros municipios del corredor industrial que en Atarjea y otros municipios del norte mayoritariamente rural, donde algunas comunidades conocieron internet apenas hace unos cuatro meses.
La pandemia hizo evidente lo que las y los investigadores llevábamos buen tiempo diciendo, que las desigualdades en el acceso y uso de la tecnología digital están ligadas a otras desigualdades sociales, económicas, educativas, de género, de edad y, además, que estas se agudizan en ciertas regiones. En esa línea, el reporte de la International Telecommunications Union enfatiza la necesidad de establecer prioridades en políticas públicas en esta nueva normalidad, tales como abordar la brecha digital, impulsar la digitalización, hacer efectiva la transformación digital y construir lo que llaman “resiliencia digital”. Esto último tiene que ver con la creación de condiciones para afrontar situaciones inesperadas, como las que vivimos a raíz de la pandemia de la COVID-19, sobre todo pensando en que otras pandemias pueden venir en el futuro.
El reporte enfatiza que la pandemia nos trajo cambios rápidos en la digitalización, que un desastre global dio lugar a un salto en la adopción digital. Sin embargo, no debemos pasar por alto que, en los sectores más vulnerables, este gran salto fue hacia atrás, ya que no contar con acceso suficiente y de calidad a la tecnología implicó quedar fuera de oportunidades educativas y laborales. No es un asunto menor.
Ante esto, se abre la pregunta, ¿tendríamos todas y todos y todes que estar conectados? Quizá no, pero deberíamos tener la posibilidad de decidir. No es lo mismo estar fuera porque hemos decidido cerrar cuentas de redes sociodigitales o poner límites a nuestra participación en línea por las razones que tengamos, que estar fuera porque no tenemos social o individualmente las condiciones para conectarnos.
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