El corrosivo populismo legislativo
Uno de los órganos más desprestigiados y de los cargos públicos con mayor desaprobación, es el Poder Legislativo y sus legisladores, respectivamente, ya sean Senadores, Diputados Federales o Locales, la ciudadanía los ubica como sinónimo de derrochadores, faltos de ideas, poco preparados, fanfarrones y flojos. Un órgano fundamental en la construcción de una democracia, un colectivo que tendría que ser un real contrapeso en la separación de poderes, pero se ha ido desprestigiando por la mayoría de los que han integrado e integran las Cámaras y Congresos Estatales.
Ante esas incompetencias y excesos, como todo organismo, los legisladores buscan mecanismos de sobrevivencia, que ayuden a ocultar sus debilidades. Ahí es donde emerge la ocurrencia, la idea simplona, la salida ingeniosa, convirtiéndolas en puntos de acuerdos e iniciativas de ley, esto puede catalogarse como populismo legislativo.
Ofrecer soluciones mágicas para buscar el aplauso fácil y algunas notas mediáticas, sin solucionar los problemas de fondo es en lo que consiste el populismo. Carlos Ugalde lo compara con los productos milagros “Muy parecido a las ofertas de perder peso en 30 días sin dieta ni ejercicio.”
El populismo legislativo es algo que está corroyendo a las legislaturas mexicanas..
Hasta nos da por extrañar esos tiempos donde los diputados sabían su función, estaban los que marcaban línea, los pensantes, los productivos y los de cargada, estos últimos se limitaban a levantar el dedo según su bancada y justificaban su encargo tratando de gestionar enseres para sus huestes del distrito. Había legislaturas que diputados no presentaban ni una solo iniciativa y nunca subían a tribuna, y viéndolo en retrospectiva, creo que no estaba tan mal.
Ya que, en cambio, hoy, ante la presión de medios, opinión publica y sociedad, que les exigieron productividad, aunado al exceso de tribuna y conectividad. Pues tratan de hacer malabares para buscar productividad, sin tener la formación, ni el profesionalismo y tiempo para leer, analizar, estudiar y realizar un proceso de investigación, para después realizar la técnica legislativa y pueda surgir un producto como algún punto de acuerdo o iniciativa de reforma o ley; dirán ¡para eso son los asesores! El problema es que muchos contratan a los de su brigada y les parece oneroso costear algún despacho o especialista.
Ahora, si solo quedaran en iniciativas, y permeara la cordura en las comisiones o juntas de coordinación política, sería solo para el récord personal de los diputados, pero hoy ante la dictadura de lo políticamente correcto y una obsesión por la inclusión, acuerdos y pactos, muchas de esas se aprueban y padecen.
Todo en pos del interés personal e inmediatismo. La ocurrencia convertida en trabajo legislativo hay que ponerle atención y retomarlo con seriedad, ya que tiene cargo al erario, el especialista en mejora regulatoria Cesar Córdova-Novio dice “una mala regulación que implique costos para el gobierno y la sociedad más que beneficios, es un tipo de corrupción”, estamos acostumbrados a que los diputados no rindan cuentas, pero un pequeño texto puede ser tan costoso como una mala obra ejecutada, hoy en día la única herramienta que tiene el ciudadano para sancionar el mal trabajo legislativo es el voto.
Hay que reconocer que no todos los legisladores caen en esta categoría, hay quienes se preparan o son consientes de sus limitaciones y se rodean de asesores o empresas profesionales que los apoyan, lamentablemente son los menos.
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