El hartazgo acumulado
A diferencia de Ayotzinapa o de las caravanas por la paz, que expresaron una narrativa nacional, las protestas actuales son profundamente territoriales, no surgen de un solo agravio ni de una convocatoria centralizada, sino de múltiples focos locales donde la ciudadanía vive problemas distintos. Extorsión aquí, homicidios allá, desapariciones o violencia de género. Esa diversidad territorial explica por qué las marchas aparecen dispersas, pero al mismo tiempo conectadas por una misma raíz, la ruptura del pacto básico de seguridad.
Lo que ocurre hoy, es parte de esa continuidad. Un cansancio social acumulado y una creciente distancia entre la experiencia cotidiana de inseguridad y la narrativa oficial de que las cosas van mejor. Mientras el gobierno defiende su estrategia y despliega a García Harfuch en los focos rojos, la gente enfrenta extorsiones, robos, homicidios y desapariciones que no se explican con tendencias generales.
Es cierto, que en toda protesta puedan infiltrarse intereses políticos, oportunismos o agendas externas. Eso pasa siempre, aquí y en cualquier democracia. Pero nada de eso elimina la inconformidad real que está en el fondo, el hartazgo genuino de miles de personas que viven con miedo, vulnerabilidad y desprotección.
Estas manifestaciones no constituyen una oposición partidista, hay que decirlo. Constituyen algo distinto, una oposición ciudadana difusa, sin liderazgos formales, que no busca tomar el poder, sino interpelar al poder. Los partidos se ven descolocados, no organizaron estas marchas y no saben cómo acompañarlas sin parecer oportunistas o incluso hacer el ridículo.
Lo que está en juego, más bien, es la relación entre Estado y ciudadanía. Si las instituciones escuchan estas expresiones con sensibilidad y responsabilidad, pueden reconstruir confianza. Si las minimizan, el malestar puede transformarse en algo más profundo y difícil de procesar.
México necesita atender estas señales. Estas protestas son un recordatorio urgente de que la seguridad no es un discurso, es una demanda vital.
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