El supuesto tercer contagio
Pues de vuelta por aquí. Primero fue la sorpresa, luego la incredulidad, luego una confirmación, finalmente la preocupación.
La noche de ayer en su gira por Mérida, el presidente se habría desmayado, habría tenido que suspender su gira y habría sido trasladado de urgencia a la capital para su atención médica, corrió, como luego dicen, como reguero de pólvora. Luego vino el respiro, el vocero de la presidencia, Jesús Ramírez, dijo que puras mentiras, que ni estaba enfermo, que ni se suspendía la gira, que seguía como si nada en Mérida. Dos horas más tarde, el mensaje del presidente, esta vez por escrito, que puras mentiras del vocero presidencial, que le habían detectado por tercera vez COVID-19, que había tenido que suspender la gira y ser trasladado a la Ciudad de México para su atención, y que estaría varios días en reposo y sería suplido en la mañanera por su nueva mejor corcholata, y agradable y simpático y cordial florero de Gobernación.
Por supuesto, el supuesto tercer contagio echó a andar a toda máquina las especulaciones, y la fuerza moral del presidente, probo que no tenía fuerza de contagio, según el doctor Gatel, ¿y las vacunas?, ¿y el tratamiento especial para la familia presidencial?, ¿y la vigilancia de cuidados especiales a los que se sujeta el presidente?, y luego, la declaración de que ya había terminado la difluencia del COVID-19.
El asunto no es menor, durante años vivimos en un país en que la información se ocultaba o distorsionaba de acuerdo con los intereses oficiales, el gobierno distribuía el papel para la prensa, las concepciones de radio, de televisión, de internet, las controlaba y las controla, en presidencias se escribían editoriales, se elaboraban programas y se fijaba la agenda, igual que ahora, la diferencia es que luego de muchos enfrentamientos, presiones, campañas, se crearon en México instituciones para limitar al Gobierno, para apoderar sus secciones y someterlas al derecho, para atender a las víctimas del delito indemnizándolas y colaborando para el castigo de los criminales, para la defensa de los derechos fundamentales, no del pueblo y la identidad abstracta, y por lo que existen las personas, los individuos, se crearon organismos para obtener información de los entes públicos y contrastarla con los datos en el mercado. Y ahora, en cuatro años, López Obrador ha hecho una campaña sistemática de destrucción de los organismos que controlaban los excesos del gobierno, el más reciente objetivo es el INAI, el Instituto de Acceso a la Información, por el momento de desmantelado.
¿Qué le pasó al presidente?, ¿cuál es su situación real?, ¿en dónde se encuentra?, ¿por qué no lo anunció en persona como otras veces?, ¿por qué el vocero lo negó?, ¿por qué lo tuvo que admitir? Ojalá se alivie el presidente, y ojalá se restauren y se activen los sistemas de control contra las tributaciones dictatoriales.
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