Ética de la inteligencia artificial

Hablemos de inteligencia artificial. Antes de reflexionar sobre ella en nuestros tiempos, les invito a pensar en la serie de cosas que hemos visto antes. En mi caso, la primera película que vi en el cine —no solamente sobre el tema, sino la primera en mi vida— fue Un robot con corazón, muy probablemente en 1988, en el Cine Encanto, en el centro de Aguascalientes. Lo que vi me fascinó, aunque todo mundo decía que las máquinas no podían pensar ni sentir.

Años después, conocí los cuentos de Isaac Asimov bajo el título de Yo, Robot, donde se hablaba de las tres leyes de la robótica:

  • Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño.
  • Un robot debe cumplir las órdenes dadas por los seres humanos, a excepción de aquellas que entrasen en conflicto con la primera ley.
  • Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la primera o con la segunda ley.

Traigo esto a cuento, porque desde ahí se visualizaba la ética como dimensión clave en estas discusiones. Más adelante retomaré este punto. Regreso ahora al presente. Cada año, la Fundación para el Español Urgente, FundéuRAE, elige la “palabra del año”, considerando el interés lingüístico y la presencia en el debate social en los medios de comunicación a lo largo de los meses. La ganadora en el año 2022 fue “inteligencia artificial”.

De acuerdo con FundéuRAE (2022), cuando se habla de inteligencia artificial: “No se trata de un concepto nuevo, pero ha sonado con especial fuerza en 2022 debido a la multitud de aplicaciones de esta tecnología: desde hacer ilustraciones, escribir novelas o mantener conversaciones hasta programar códigos al mismo nivel que una persona. No obstante, también ha surgido este año un amplio debate sobre las implicaciones éticas y los cambios que puede suponer para algunos profesionales”.

A finales de 2022, muchas personas experimentaron con Lensa AI y otras aplicaciones de inteligencia artificial para modificar sus propias imágenes y transformarlas en algo cercano a creaciones artísticas, pero sin la intervención humana. También a finales de ese año, muchas personas empezaron a interactuar con ChatGPT y a hacerle preguntas, que la herramienta responde como el modelo de lenguaje entrenado que es. En ambos casos, las mayores preocupaciones se dieron en torno a los créditos. Las aplicaciones de imágenes apropian estilos artísticos sin dar crédito a los creadores, mientras que ChatGPT responde preguntas sin mencionar sus fuentes.

La preocupación no tardó en correr en el mundo académico, donde se teme que sea mucho más difícil identificar prácticas deshonestas, como el plagio. Con el típico copiar+pegar era relativamente sencillo saber de dónde provenía la información, mediante el uso de herramientas como Turnitin, Plagiarism Checker y otras, o incluso googleando. Con los trabajos generados mediante inteligencia artificial no hay herramientas accesibles para identificarlos. Por lo mismo, era fácil “prohibir” el plagio consistente en copiar+pegar, pero no lo es cuando se trata de inteligencia artificial.

Y aquí es donde regreso a la ética. Durante años nos hemos preocupado mucho por evitar el plagio. Yo lo he hecho, muchas y muchos de mis colegas lo han hecho y está bien, porque buscamos apostar por la honestidad académica. La inteligencia artificial y su uso en la elaboración de trabajos académicos nos coloca ante un escenario más desafiante, donde prohibir no resuelve nada —y tal vez nunca lo resolvió— y donde necesitamos ir más allá y desarrollar formas creativas, inteligentes y éticas de convivir con la inteligencia artificial.

Entre quienes nos dedicamos a la investigación y la docencia, es más necesario que nunca apostar por lo colectivo, aprender de las experiencias de nuestras y nuestros colegas, así como compartir las nuestras.

En términos más amplios, recomiendo revisar las aportaciones de la UNESCO (2023) sobre ética de la inteligencia artificial. En su sitio web está la Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial adoptada como acuerdo mundial en 2021 (UNESCO, 2021), así como textos, infografías y vídeos. En diferentes ejemplos puede verse cómo la inteligencia artificial ha sido muy relevante para la gestión de la pandemia, el cambio climático y más, pero también hay señalamientos muy claros de que no puede ser un territorio sin ley.

Fuentes

FundéuRAE (2022, diciembre 29). Inteligencia artificial es la expresión del 2022 para FundéuRAE. https://www.fundeu.es/recomendacion/inteligencia-artificial-es-la-expresion-del-2022-para-la-fundeurae/

UNESCO (2021, noviembre 23). Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000381137_spa

UNESCO (2023). Ética de la inteligencia artificial. https://www.unesco.org/es/artificial-intelligence/recommendation-ethics

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión

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Dorismilda Flores-Márquez
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