Fronteras y Muros: Las barreras que dividen y excluyen en un mundo globalizado

En un mundo que se jacta de su globalización, la construcción de muros y barreras físicas parece contradecir la supuesta unidad entre naciones. La creencia arraigada en muchos de que la nacionalidad dicta el trato moral y justifica la discriminación ha llevado a la proliferación de divisiones físicas, creando campos de batalla en las fronteras y perpetuando la exclusión. A pesar de la interconexión global, miles de kilómetros de muros y vallas se erigen como testigos de una realidad donde algunos están dispuestos a cerrar puertas y reforzar límites.

Es innegable que la lealtad y el sentido de pertenencia a una nación pueden influir en la percepción moral y la conducta de las personas. Sin embargo, surge una cuestión ética fundamental: ¿es justificable tratar de manera diferente, e incluso peor, a aquellos que no comparten la misma nacionalidad? Esta mentalidad, en lugar de reconocer el valor intrínseco de cada individuo, ha dado lugar a prácticas que van desde la exclusión hasta la construcción literal de barreras físicas.

Ejemplos palpables de esta tendencia son los miles de kilómetros de muros que se extienden por el globo. España y Marruecos gastaron 30 millones de euros en la década de los 90 para dividir Ceuta y Melilla, con el objetivo de evitar la migración africana a Europa. En el caso de Palestina e Israel, el Banco Mundial destinó 8 millones de dólares para erigir un muro, pero paradójicamente, Palestina fue quien asumió la factura. Marruecos también construyó un muro extenso, con un costo diario de 2 millones de dólares, para evitar el regreso de refugiados saharauis.

La práctica de construir muros no se limita a regiones específicas; abarca el globo con Botsuana, Arabia Saudita, Uzbekistán, Irlanda, Corea del Norte y del Sur, Chipre, Kuwait, entre otros. El controvertido muro entre Estados Unidos y México, que se erige desde 1994, simboliza la percepción de seguridad nacional impulsada por la Operación Guardián durante la presidencia de Bill Clinton. Este proyecto, con un costo astronómico de 7 mil millones de dólares, propuso una barrera triple equipada con luces de extrema potencia, personal militar altamente capacitado con visión nocturna y una supervisión continua las 24 horas. El mantenimiento de esta estructura tiene un costo adicional de 6.5 millones de dólares al menos hasta 2030.

El impacto humano de estos muros es innegable. En el primer año de existencia, la barrera entre Estados Unidos y México cobró más vidas que el muro de Berlín en 28 años. Estos resultados desgarradores plantean la pregunta: ¿es el precio de la seguridad nacional justificación suficiente para la pérdida de vidas y la perpetuación de la división?

En un mundo que proclama la globalización y la interconexión, la construcción de muros se erige como una contradicción palpable. Es imperativo cuestionar la ética detrás de estas barreras, examinar la efectividad real en términos de seguridad y considerar las implicaciones humanitarias. La unidad entre naciones no debería ser socavada por muros que dividen y excluyen; más bien, debemos buscar formas de colaboración y comprensión mutua en este mundo cada vez más interdependiente.

En conclusión, México se encuentra ante el desafío crucial de gestionar las consecuencias de la migración y el retorno de sus ciudadanos. A pesar de tener una rica historia de movimientos migratorios y una diáspora significativa, la falta de medidas efectivas y la aparente indiferencia política hacia los migrantes que regresan plantean interrogantes sobre la preparación y capacidad del país para abordar los desafíos contemporáneos.

Es imperativo que las políticas a nivel estatal y federal vayan más allá de meras reacciones a discursos políticos y se enfoquen en soluciones concretas. La inserción y respaldo a los migrantes repatriados deben convertirse en prioridades, reconociendo la valiosa contribución que realizan a través de las remesas. Afrontar estos desafíos implica no solo pensar a corto plazo, sino también prepararse para un panorama migratorio global en constante evolución.

El tema de los muros, en el contexto de la migración, va más allá de la mera seguridad fronteriza. Requiere un análisis profundo de las causas subyacentes de la migración, un enfoque humanitario hacia quienes se ven afectados y un compromiso a largo plazo para abordar las complejidades de este fenómeno global. La adopción de políticas de Estado, en lugar de enfoques improvisados, se revela como esencial para enfrentar estos desafíos con seriedad y urgencia. En última instancia, el futuro de México en relación con la migración dependerá de la capacidad del país para adoptar medidas efectivas y humanitarias que aborden las raíces del fenómeno y ofrezcan respuestas duraderas a los desafíos migratorios contemporáneos.

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Nadine Cortés
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Nadine Cortés, Migración, Crisis migratoria, México

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