Guerra de baja intensidad
Estamos sorprendidos por la guerra que se ha dado en Hamás, y estamos sorprendidos por la violencia con la cual se han asesinado y masacrado a miles de personas de la sociedad civil, hombres, niños, adultos, señoras, bebés, niños.
Todo eso en medio del salvajismo de la guerra, pero también vivimos una guerra de baja intensidad en nuestro país; la violencia está apoderada de las calles, de las localidades, de los caminos, de la tranquilidad de un pueblo nacido para hacer la paz como es México, y con ello se deja de cumplir con el mandato constitucional de una vida digna y justa para todas y todos.
Las emociones tienen un carácter social, pero además intersubjetivo, que es necesario que comprendamos, pues al relacionar los efectos de los valores, nos guían en nuestra relación con los demás, ese despertar es fundamental para entender cómo resolver el tema que nos angustia en el mundo, en México, y en los estados y en nuestras ciudades. Por lo general en escenarios de transición y postconflicto, la institucionalidad orienta sus políticas de reconstrucción hacia aspectos materiales, sociopolíticos, económicos, hacia la puesta en escena de políticas públicas que permitan el fortalecimiento de los territorios, de las personas, del estado y con ellos se implemente proyectos de desarrollo y el desmantelamiento de grupos armados, ilegales y los procesos de desarme, de desmovilización y reintegración de los excombatientes, y en este caso, de la guerra de baja intensidad, de los ciudadanos a una vida tranquila, a poder transitar sin el miedo y sin ser violentados; sin embargo, la construcción de esa paz, tanto la guerra como la guerra de baja intensidad, puede tomarse un tiempo y un esfuerzo, ya que nuestro comportamiento incluso tras al final de los hostigamientos, sigue moldeado por los patrones que se construyeron durante los conflictos, es decir, en la guerra hay un conflicto en el cual están, violentados los argumentos sin diálogo, y en la guerra de baja intensidad, seguimos moldeados por patrones de que ya no nos sorprende, nos decimos: “asaltaron a tal o cual conocido o conocida, le quitaron todo”, y hacemos un punto y coma y decimos: “pero gracias a Dios no lo mataron”, es decir, nos estamos acostumbrando a esa violencia, a esa guerra de baja intensidad, y en este sentido para alcanzar una paz que sea atendible, es preciso que abordemos temas y contenidos que nos lleven al ejercicio de la ética y de los valores, los valores nos van a integrar a un mundo en el cual se van a transformar en virtudes, y la virtud es el comportamiento frente al otro, eso deberá ocurrir en la guerra que estamos padeciendo en otros países. Impulsar el diálogo, que el diálogo solucione los problemas, y que los problemas que queden sean solucionados por políticas públicas, lo mismo ocurre con la guerra de baja intensidad, con esa violencia que se ha apoderado de nuestro territorio nacional, de nuestros caminos, de nuestros pueblos, si exigimos un valor ético estamos exigiendo que ese valor se transforme en comportamientos virtuosos sustentados en políticas públicas que nos permitan a todas y todos transitar en un mundo, en una vida compartida como la que hemos soñado, como la que merecemos, como la que manda nuestra Constitución Política.
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