Idiotas modernos
En la Grecia clásica, la participación de la ciudadanía en la vida pública era un valor indispensable. Que las personas se involucraran en los asuntos colectivos era considerado un deber moral. De esta manera, el ser activos en la política era visto como una virtud social, ya que eso hablaba del interés que el individuo tiene sobre el bienestar general.
En este sentido, a quienes no querían participar de lo público, a quienes no asistían a las asambleas, ni se interesaban en los asuntos colectivos, se les consideraba como personas carentes de valor social. Ahí surge el término Idiota, que no era usado como adjetivo de carácter insultante, ni tampoco se refería a la inteligencia de otra persona.
Lejos de significar lo que ahora entendemos con esa palabra, en la Grecia clásica se utilizaba el vocablo idiota para referirse a los ciudadanos que no participaban en la vida pública, que eran egocéntricos e indiferentes a las necesidades de su comunidad. Luego, el término pasó de su significado original a ser un adjetivo peyorativo para las personas que renunciaban a sus deberes políticos.
Finalmente, con el auge de la investigación psicológica del siglo XIX y principios del XX, el término se asoció a las capacidades cognitivas e intelectuales de las personas, quedando la palabra “idiota” como definición de una persona con bajo desarrollo mental. Sin embargo, el término griego es interesante, porque marca el valor comunitario de la participación pública.
Por ello, no seamos idiotas e involucrémonos en los asuntos de todas y de todos. No sólo ir a votar, sino dar seguimiento a las acciones de gobierno, a la legislación, y a la actividad del poder judicial; con perspectiva crítica y con propuestas ciudadanas que sirvan de contrapeso al poder instituido. Ese es un valor indispensable en las democracias.
Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.