Independencia de México
A partir de la semana que viene, y durante todo el mes, viviremos como cada año, y como cada década, las celebraciones de la Independencia de México. Pero en pleno siglo XXI, este folklore tiene en realidad sentido y significado en un mundo que ha cambiado para siempre. ¿Qué quiere decir la independencia de países emergentes o periféricos como México en el escenario internacional?
En la cultura cívica mexicana, la idea de la Independencia ha sido a caballo entre mitos y realidades, uno de los terrenos en donde todos hemos tenido un grado de coincidencias, básicamente como dato histórico, como una extensión de lábaro patrio en el que se envuelven cada año ciudadanos, políticos, escuelas, maestros, artistas y un largo etcétera. Pero al menos, respecto a nuestro papel en el mundo, esa idea de independencia, dicho con realismo, no ha tenido efecto alguno en otras variables de importancia para el país, como su inserción económica internacional o sus niveles de competitividad, ni para disminuir la dependencia económica externa o para otorgarle a México un protagonismo muy relevante en el escenario internacional, de hecho ninguna de estas cosas ha ocurrido y ha sido más bien a la inversa. Hoy somos un país mucho más interconectado con el mundo y mucho menos independiente que hace 100 años o 200 años y eso hay que decirlo, no está nada mal, el mundo es cada vez más global.
En consecuencia, de manera inteligente y pragmática es hora también de dotar a esa independencia de con nuevos contenidos que sean más realistas. En México del siglo XXI es ya un país de 131 millones de habitantes, con otros 12 millones viviendo fuera de él y unos 26 millones más de segunda y tercera generación, es la décima sexta economía en el mundo. En 2022, el valor de las exportaciones mexicanas de bienes y servicios petróleo incluido fue de 578.000 millones de dólares, mientras que las importaciones totales sumaron $605,000 millones de dólares.
Comparte México, la segunda frontera más extensa con Estados Unidos, el país todavía más poderoso del planeta del que ya es su primer socio comercial. Hay más de 35 mil empresas de capital norteamericano en México y tiene suscritos 14 tratados de libre comercio que comprende 50 países, un número más alto que cualquier otra nación. Entonces, todo eso supone un complejísimo entramado cotidiano de regulaciones, aranceles, mecanismos de vigilancia, aduanas, logísticas, movimientos migratorios, agencias públicas, etc.
Por lo tanto, México necesita una mirada menos folclórica y una acción mucho más activa que lleve a repensar los principios en función de las nuevas ideas y de las nuevas realidades a nivel internacional y esto pasa, inevitablemente, por la decisiva relación con los Estados Unidos.
Pensemos solamente que Aguascalientes recibió el año pasado 853 millones de dólares y 80% de los aguascalentenses que emigran lo hacen hacia los Estados Unidos.
Hasta ahora, esta relación sigue siendo un aspecto traumático de nuestra cultura cívica septembrina y lógicamente de la forma como México se relaciona con el exterior, aunque dicen que el psicoanálisis es la única terapia que ha generado su propia enfermedad, a veces parece que es el camino que queda para aceptar que en ningún país puede ingresar a la edad adulta si no comprende y procesa con nitidez y con sentido práctico las lecciones de su propio pasado.
Dicho de otra forma, de lo que se trata ahora, es de identificar que en un mundo global interdependiente, cualquier país necesita precisar cuáles son sus prioridades y quiénes son sus socios, amigos o aliados y debe, por lo tanto, asumir los compromisos, las ventajas y los costos derivados de selección y actuar en consecuencia.
Así que, bienvenido a la Independencia, la música y el mariachi, pero ya va siendo hora de darle un nuevo sentido a esta celebración.
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