Inteligencia artificial
El Principito, es una joya de la literatura universal, traducido a más de 250 idiomas, es uno de los libros más leídos en el mundo.
Esta novela del francés Antoine-de-Saint-Exupéry contiene frases verdaderamente aleccionadoras. Una de ellas nos revela que “sólo con el corazón se puede ver claramente; lo esencial es invisible a los ojos”.
A tres años de distancia de la implementación de las medidas sanitarias a causa del COVID 19, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que las más grandes enseñanzas que nos dejó la pandemia, fueron los actos de amor, bondad, generosidad y amistad como los derramados en la obra El Principito, esos actos han salvado a la humanidad de la tragedia y el caos, en sus momentos más aciagos.
La pandemia impactó severamente al mundo entero, cambió nuestra forma de vivir, de convivir, de pensar, actuar y educar. Tras el confinamiento ocasionado por la emergencia sanitaria nos llevamos a nuestras casas la escuela, la biblioteca, el cine, el restaurante y hasta el supermercado, esto a través de un singular sujeto que llegó para quedarse y dormir con nosotros, el Smartphone.
La inteligencia artificial asaltó nuestros hogares para convertimos en activistas de una revolución tecnológica cargada de aplicaciones capaces de sintonizar, en tiempo real, cualquier radiodifusora del planeta, de deleitarnos con infinidad de música, de comprar cualquier cosa sin salir de casa o de preguntar lo que sea al señor sabelotodo de Google.
El aprendizaje y la educación a distancia entraron por la ventana digital. Con las restricciones pandémicas se aceleró el procesamiento, análisis y almacenamiento de grandes cantidades de datos, dando lugar a la creación de diferentes modelos y conceptos de enseñanza aprendizaje ligados ellos al Big Data y a la Inteligencia Artificial que se convierten, hoy por hoy, en los mayores desafíos del ámbito educativo, pero también en una enorme fortaleza que la UNESCO nos pide aprovechar para garantizar la concreción de los objetivos estratégicos de la Agenda 2030; si hay inclusión y equidad, la Inteligencia Artificial será clave en la lucha contra las desigualdades en materia de acceso al conocimiento.
Es innegable que la tecnología fortalece la educación, sin embargo, el gran reto es ampliar la participación de estudiantes en el entorno digital, porque no basta con atraerlos, hay que comprometerlos con el aprendizaje para toda la vida.
El sector educativo ha de experimentar una profunda transformación y preparar a las próximas generaciones para desenvolverse en un mundo donde la cultura digital sera fundamental.
La gran demanda de aplicaciones seguirá creciendo. Sin embargo, a la Inteligencia Artificial y al Big Data hay que nutrirlos con las enseñanzas de El Principito, valga decirlo, con el componente humano del “small data” .
La pandemia aceleró procesos de cambio irreversibles, impulsados, en buena medida, por las nuevas tecnologías. El COVID dejó muchas cicatrices, pero también muchas enseñanzas. La Inteligencia Artificial cambiará, más temprano que tarde, la forma en que maestras y maestros educamos a niñas, niños, jóvenes y adolescentes, la forma atinada en que guiemos a estudiantes hacia nuevos conocimientos, garantizará un óptimo rendimiento y la felicidad de las personas.
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