Israel y Palestina
Es complicado hablar del conflicto en medio oriente, específicamente entre Israel y Palestina, porque desde este lado del mundo se pierde fácilmente la objetividad, debido a la propaganda, el desconocimiento del problema, las filias y fobias ideológicas, y los prejuicios que tenemos sobre el terrorismo, el colonialismo, el desplazamiento de la población, la islamofobia, el antisemitismo, y demás taras políticas.
Sin embargo, si queremos entender un poco más el conflicto, debemos hacer un ejercicio crítico en el que hay puntos clave que son irrenunciables y que no se pueden omitir ni matizar. Para ello, es necesario dejar atrás las taras mencionadas y tener una mejor empatía, con el fin de que nuestras posturas políticas sean más acordes con la realidad.
Estos puntos que propongo son: primero, todos los conflictos se originan por la disputa del poder. Así, tenemos que ver cuál de los actores posee un ejercicio hegemónico, dominante, omnímodo, o abusivo del poder. Esto se refiere no sólo a lo bélico, sino a lo económico, territorial, cultural, o jurídico. Desde 1945, el Estado de Israel ha ejercido ese poder.
Segundo. Todos los conflictos que utilizan la idea de alguna deidad, como argumento para detentar el poder, son conflictos espurios. No se ha comprobado la posibilidad de que exista ninguna deidad, menos aún que esa entidad divina haya elegido a un pueblo que le represente en la tierra, o que su libro sagrado deba imponerse como norma de vida civil.
Tercero. Para determinar quién ejerce un poderío autoritario, revisemos cómo ha cambiado la división política en el mapa de la zona, durante los últimos 80 años. No hay mucha discusión. Hay una población que se expande y coloniza territorios, mientras que hay otra población que ha sido desplazada y ha tenido que buscar refugio en zonas cada vez más estrechas.
Cuarto. Para entender el conflicto, hay que atender a los factores internos y externos. En los internos, Israel ha endurecido su política islamofóbica luego de los gobiernos ultraderechistas que ha tenido. En los externos, hay bastantes organizaciones radicales islámicas, que no representan al gobierno palestino, y que les conviene una escalada del conflicto para su expansión en la geopolítica global.
Quinto. El terrorismo y los crímenes de guerra son simplemente inaceptables, tanto si los cometen judíos o palestinos. El condenar actos de lesa humanidad por parte de Israel no es antisemitismo, ni es islamofobia hacer la misma condena cuando son cometidos por radicales musulmanes. Lo importante es la preservación de la paz y la protección de las víctimas, sin distingo.
Seguramente el tema dará para más análisis. Por lo pronto, estos cinco puntos son compartidos en la expectativa de que abonen a un mejor entendimiento del problema, a una sensibilización hacia a la empatía, y a trabajar para eliminar las taras ideológicas que nos ha sembrado la propaganda, y que se reflejan en nuestra propia forma de convivir en comunidad.
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