La ciudad del desorden
La ciudad es uno de los grandes inventos de la humanidad, aunque desde luego, no es un invento reciente. Jericó es la ciudad más antigua continuamente habitada,, sí, a la que Gedeón derrumbó las murallas haciendo tocar las trompetas y marchar alrededor, así de feo tocarían, se calcula que tiene casi más de siete mil años de antiguedad, pero en la región que ocupó Sumeria en la región de la Mesopotamia se han encontrado ruinas de una cudad, Uruk, la más antigua de la humanidad con cerca de diez mil años. Fue un gran invento, poner orden, organizar, dividir servicioes, establecer áreas para las diferentes necesidades y funciones, etc.. Incluso ha dado lugar a un área importante del conocimiento humano: el urbanismo, y hasta una carrera universitaria que tiene como objeto de estudio la ciudad y sus servicios.
Es razonable que las calles sirvan para transportarse y circular, que las casas sirvan para vivir, que los anchos de las vías dependan de su tamaño, que la altura de las construcciones estén en función de la anchura para asegurar la insolación, que las plazas sean lugares de reunión y esparcimiento y que haya lugares para diversiones, sitios para espectáculos públicos, mercados para el comercio y algunos especializados, de abastos, de carnes, de comida, etc.. Todo ello garantizaría una vida y un intercambio más ordenado, más eficiente, más eficaz, más cómodo, más barato y más rápido. Todo bien pensado, todo bien planeado, todo funcionando de la mejor manera. Para eso se inventó también una autoridad: el ayuntamiento, encargado desde la antigua Roma de administrar los servicios públicos de la urbe: agua, drenajes, transporte, mercados, plazas, teatros, fuentes, disposición de basura, orden, fiestas, celebraciones religiosas y cívicas.
Cuesta trabajo entender entonces, el grave desorden de nuestra ciudad, una ciudad que hasta hace 15 o 20 años era bastante limpia, bastante ordenada, relativamente segura y con un orden y respeto que la hacía vivible, pero, si algo nos caracteriza ahora es el desorden. La ciudad ha crecido y con ella sus requerimientos, es estúpido que se pretenda continuar con algunos usos, que indebidamente llaman tradiciones, que tienen un costo urbano desmedido. Cerrar las calles del centro, convertir las plazas y las banquetas en mercados, autorizar toda clase de puestos de fritangas chatarra y anitihigiénicas, permitir el hacinamiento que propicia el desorden, los embotellamientos, (una hora para ir de 5 de mayo a la Merced el viernes) aumentan la polución, incrementan el gasto de combustible e facilitan faltas y delitos, además de afectar al comercio establecido. Todo por asumir una política ridículamente populista.
Es todo por hoy, hasta una próxima...si la hay.
Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.