La desolación y la esperanza en la búsqueda de personas desaparecidas

En este país, mientras muchas y muchos hacemos nuestra vida cotidiana, hay más de 100 mil personas de las que no se sabe qué fue. Hasta el 1 de septiembre de 2023, la Comisión Nacional de Búsqueda en México reporta 111,212 personas desaparecidas. En torno a ellas, hay familias y amistades que les buscan, enfrentándose a la incertidumbre, la indiferencia y la incompetencia.

 

Este miércoles, como cada 30 de agosto, fue el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas y hubo movilizaciones de familias de personas desaparecidas en distintos lugares del mundo y de nuestro país. En ellas recordaron a sus desaparecidos, visibilizaron los casos y exigieron justicia, como lo han hecho por años.

 

Tristemente, estas familias y colectivas de activistas han encontrado más obstáculos que ayuda en diferentes niveles de gobierno. A nivel federal, las declaraciones del presidente han sido desafortunadas: el cuestionamiento al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas y su propuesta de un censo nacional sobre personas desaparecidas para ver si realmente están desaparecidas, ya no a cargo de la Comisión Nacional de Búsqueda sino de los Siervos de la Nación, se anticipa insensible y revictimizante. Da la impresión de que importa más hablar de números menores que de seres humanos que no están donde estaban y que les hacen falta a su gente. En medio de todo esto, la renuncia de Karla Quintana como titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, aumenta la incertidumbre ante el manejo de los datos.

 

Con los gobiernos estatales también hay historias. En esta ocasión, miremos hacia Zacatecas. En la conmemoración del miércoles, algunos colectivos de buscadoras, como Sangre de mi Sangre y Buscadoras Zacatecas, hicieron un “muro de la memoria” que llevó por título “No lloraré tu ausencia porque busco tu presencia”. Colocaron cientos de fichas de búsqueda para visibilizar la grave problemática de las desapariciones. El sociólogo y activista Jairo Antonio López denunció que las autoridades zacatecanas mandaron quitar este memorial, con las fotografías y fichas de búsqueda de personas desaparecidas: “¡Ni 2 días lo dejaron! Nos sentimos indignados y tristes por la actitud de las autoridades de Zacatecas al retirar el Mural de la Memoria, primera acción de este tipo que llevaban a cabo los colectivos en el estado”.

 

En ambos casos, como en tantos otros, vemos una tendencia a volver a desaparecer a las personas desaparecidas: primero las desaparecen a ellas y después borran o desaparecen también los esfuerzos de sus familias, amistades y activistas que les buscan.

 

En medio de todo lo terrible, estas personas resisten y conservan la esperanza, buscan por su cuenta ante la ausencia de apoyo de los gobiernos, se encuentran, se solidarizan, se vuelven expertas en estrategias forenses. En su libro Tecnologías de la esperanza, el periodista y académico Darwin Franco Migues aborda los modos en que los colectivos de búsqueda en estados como Sinaloa, Nuevo León, Coahuila, Guerrero y Jalisco emplean la tecnología para rastrear a sus desaparecidos. Aquí entran tanto las tecnologías de campo —como varillas y banderillas— como las tecnologías digitales —como las redes sociodigitales y los drones—. Darwin Franco llama a esto “tecnologías de la esperanza” porque ese es el sentido que tiene, las madres buscadoras aprenden a usar la tecnología para mantener la esperanza de encontrar a sus desaparecidos, vivos o muertos, para “hacer aparecer a la o el desaparecido”. Cuando encuentran algo, incluso si son apenas pedazos de huesos y ropa, ellas no hablan de cadáveres, sino de tesoros, porque son sus tesoros.

También hay otras tácticas, que emplean ya no sólo para buscarles, sino para recordarles, tales como bordar sus nombres, tejer con el color de la sangre o cocinar para quienes no están. De esto último trata el libro Recetario para la memoria, un proyecto colaborativo hecho con colectivos de búsqueda de personas desaparecidas en Guanajuato, siguiendo una experiencia previa que hubo en Sinaloa. En sus páginas hay recetas de platillos que solían comer quienes ahora están desaparecidos. Las ganancias de las ventas de los libros se destinan a apoyar a estos colectivos de buscadores.

Aunque estas historias son esperanzadoras, son también desgarradoras. Ninguna familia debería vivir el calvario de tener una desaparecida o un desaparecido. Ningún gobierno debería ser omiso. Ninguna persona debería permanecer indiferente.

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión

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Dorismilda Flores-Márquez
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