La difícil misión de la credibilidad
¿En quién confiamos? Qué difícil es obtener ese reconocimiento en la sociedad, sea en la profesión que sea. ¿Confía en el gobierno, en los policías, en los medios, en los abogados, en los legisladores, en los servidores públicos, en la justicia, en los empresarios, confía en las religiones o incluso en los pedigüeños?
Bien dicen que la confianza se construye con mucho tiempo y dedicación y fácil, muy fácilmente se pierde, pero ¿realmente estamos confiando por nosotros mismos o estamos desconfiando bajo un juicio ajeno y colectivo?
En esta columna hemos hablado antes de construir criterio y eso se hace involucrándonos en la información, validando voces y escuchando todas las partes, para poder confiar o desconfiar al menos se debería transitar en un equilibrio, así también se toman las decisiones.
Si algo se ha criticado en los últimos años es la polarización que se ha acrecentado en el país y en el mundo, en esta circunstancia el peso de las palabras es enorme, el mundo ahora parece ser un mundo con más divisiones que nunca, fronteras, razas, color, dinero, religión, política y todo lo vacuo que se pueda imaginar pero la división más grande siempre está entre los que creen tener la razón y los que creen tener la verdad absoluta.
¿Alguna vez se ha puesto a pensar en qué grado diferente hemos sido los portavoces del odio, de la mentira y de la ceguera de la ira, frivolidad y el egocentrismo? La desconfianza también genera todo esto, la desconfianza por prejuicio nos ha dividido tanto que ha pulverizado la grandeza que una sociedad podría alcanzar si tan solo comenzáramos a confiar más con criterio, si utilizáramos cada talento y cada fuerza de los que la conforman.
Dar el beneficio de la duda ¿cómo hacerlo cuando nos han fallado una y otra vez? Se imagina darle toda su confianza a un gobernante, esperando más y no menos de él, participando en cada toma de decisiones, entregando su talento y hasta su profesión para hacer mejores políticas públicas, no estoy segura porque jamás me ha tocado y creo que jamás seré testigo de ello pero al menos tengo una ligera esperanza en que la confianza y la participación colectiva darían mejores resultados, dejarían menos vacíos y menos espacios para el error en aquellos de los que se espera no menos que lo suficiente.
Qué fácil es odiar, negar, criticar y replicar la desconfianza en todo aquello que no está bien pero qué difícil es aceptar que la culpa no está en todos aquellos en los que desconfiamos tanto sino en nosotros que hemos permitido que nos fallen desde atrás sin hacer más que dividir con la palabra y en la mayoría de las veces, dividimos con la palabra equivocada.
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