La irrupción de la Generación Z
El pasado 15 de noviembre, jóvenes que se identifican con la generación Z y desde luego acompañados por muchas generaciones, se congregaron en más de 50 ciudades para manifestarse en contra de la violencia, la corrupción y la falta de oportunidades.
Esta movilización constituye un acto simbólico no es una simple protesta, es una expresión colectiva de sentido, identidad y ruptura generacional igual que ocurrió en 1968 o en la contracultura como se han enfrentado las generaciones. La marcha no puede reducirse a su dimensión logística o política, debe leerse en clave simbólica.
El recorrido del Ángel de Independencia al Zócalo evoca un tránsito desde la memoria histórica hacia el poder institucional, la juventud hacia el centro del poder.
Las pancartas con el rostro de Carlos Manzo, alcalde asesinado y las banderas negras con calaveras sonrientes resignifican el duelo y la indignación como emblemas de resistencia.
La estética digital de la convocatoria, TikTok, Instagram, X, revela una generación que no solo protesta, sino que su protesta en tiempo real, construye comunidad mediante el poder del lenguaje para crear y transformar la realidad.
Es preciso escuchar la pasión detrás de los eslogan. No son solo consignas, son gritos de una generación que se siente traicionada por las promesas del Estado y ha recibido solamente como pedagogía pública el silencio. La presencia de familias, estudiantes y colectivos apartidistas sugiere una búsqueda de legitimidad moral más allá de las estructuras tradicionales.
Denuncian la democracia traicionada. La tensión entre el carácter pacífico y la confrontación en el Zócalo refleja una fractura entre la esperanza y la desesperación entre el deseo de diálogo y la rabia acumulada. El Zócalo, corazón ceremonial del país, fue disputado como espacio de palabra.
La irrupción en ese espacio representa una demanda de visibilidad y escucha. La reacción oficial que calificó la marcha como una provocación revela una lectura institucional que niega la legitimidad del malestar de la sociedad mediante alcones del 68 resucitados en un bloque negro.
La marcha fue un acto de interpretación colectiva, no solo denunció injusticias, reconfiguró el lenguaje de la protesta, mezcló la cultura pop, el duelo, la performatividad y la crítica política.
El acontecimiento nos interpela a leer el presente como un campo de sentidos en disputa donde los jóvenes no solo exigen futuro, lo están escribiendo mientras lo padecen.
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