La pobreza en México: entre los números y la realidad social

Le atribuyen a Stalin, el criminal, el legendario criminal ruso, haber dicho que un muerto es una tragedia y un millón de muertos es una estadística. Pues bien, la publicación reciente de los datos sobre pobreza ha sido reveladora de la confusión por la que atraviesa México, en especial el gobierno, a la hora de enfrentar sus propios fantasmas morales y políticos.

En palabras simples, elevar la línea de ingreso supone, desde luego, unos pesos más en el bolsillo, a cambio del voto, pero salir de la pobreza consiste en comprender el drama humano que eso significa y mejorar la vida y las expectativas de personas y de familias. Vamos a poner las cosas de manera apropiada.

Al iniciar el segundo gobierno de Morena, México estaba y sigue estando sumido en un desastre con 188 000 homicidios dolosos, un tercio del territorio nacional controlado por el crimen organizado y un crecimiento económico anual de menos de 1%. 

Razonablemente, ¿se puede dejar de ser pobre viviendo en ese entorno? Pues desde luego que no. Es la tragedia prevaleciente y en la que la estadística sobre pobreza aparece como el clavo ardiente, del cual cogerse ante ese saldo tan crítico. 

Entonces, ¿mover la aguja de los niveles de ingreso no importa? No, lo que quiere decir es que en las condiciones actuales el nombre del juego ya cambió radicalmente y, por ende contabilizar algunos ingresos adicionales como el vale al paraíso es optar por la ley del menor esfuerzo para enfrentar una realidad que no requiere aspirinas, sino cirugía mayor.

Déjeme darle un ejemplo de materia educativa: Un niño de Aguascalientes de 10 años que va hoy a una escuela pública forma parte del 70% que a esa edad padece lo que se llama pobreza de aprendizajes, es decir, que no saben leer ni entender un texto simple. Este dato es consecuencia de que el país y los gobiernos estatales en general no avancen en los logros de aprendizaje.

Y eso no se corrige con la feria, eventos, con actividades ni con nada de eso, sino con educación de calidad. Entonces, ¿podrán estos niños, la mayoría de los cuales son de familias pobres, tener una vida digna? Sinceramente, no. Y por donde se vea es una catástrofe.

Admitir que hoy existen 24.2 millones de mexicanos en rezago educativo, 44.5 millones sin acceso a servicios de salud o 62.7 millones sin seguridad social y, pese a tal drama, festinar que México tiene ya solo 38.5 millones de pobres, pues es un fracaso político y moral en toda regla.

Es una clara exhibición de la escala de valores que guía al gobierno actual y a sus apologistas y una demostración cruda del desprecio que sienten por los pobres.

Desde luego que el dinero extra algo alivia, pero las poleas efectivas del ascensor social y económico son mucho más que programas para clientelas electorales y dependen del crecimiento y para que haya crecimiento, es condición necesaria contar con gobiernos profesionales y competentes con instituciones y leyes que funcionen con capital humano calificado entre otras cosas.

Y para distribuir mejor los beneficios de todo lo anterior, hacen falta políticas sociales bien instrumentadas, transparentes y focalizadas, diversificación económica, gasto público eficiente y nada de eso está sucediendo. Dejar atrás la pobreza no es un producto de la subasta electoral si no un desafío moral y humano mucho más difícil, lento y laborioso.

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Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

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Otto Granados
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