La visita del presidente
Recuerdo que cuando era niño, de lo cual han pasado muchos, muchos años, las visitas de un presidente de la república eran verdaderos acontecimientos relevantes. Por razón natural no podían ser tan seguido. Las comunicaciones no eran tan fáciles ni tan rápidas y toda la preparación de la visita por seguridad, eficiencia y buenos resultados se programaban con bastante anticipación, el estado mayor, el que el mentiroso presidente actual dice que no existe, pero que sólo cambió de apariencia, llegaba en oleadas, primero la avanzada, luego grupos sucesivos que revisaban la ruta, los caminos, los transportes, los lugares, las azoteas, los puntos de llegada, las salidas de escape, los servicios de emergencia, etc., y como una segura realidad siempre cambiaban lo que se proponía. Desde el tapete, la jarra de agua, el tiesto de flores, las mamparas, etc., todo se cuidaba o al menos se pretendía cuidar y lo mismo pasaba con los candidatos, hasta el día que se descuidaron por negligencia o por instrucciones.
La presencia del presidente era un pretexto para mostrar unidad, para enseñarle que el pueblo se encontraba unido y que el primer mandatario como símbolo de esa unidad recibía el reconocimiento popular y recibía también, ¿por qué no? Las peticiones, las sugerencias, los reclamos y, algo muy del pueblo, las bendiciones. De ese reconocimiento rayano en veneración, en que se veía al presidente casi como un personaje mitológico, todopoderoso, omnisciente, se fue transformando paulatinamente en la encarnación de un poder más humano y de una voluntad que, no siempre coincidía con las necesidades y aspiraciones populares y no pocas veces iba en sentido contrario a los ideales de justicia, de libertad y democracia. El parteaguas sin duda fue el 2 de octubre de 1968 aunque los efectos tardaron en manifestarse.
La transformación de las instituciones trajeron como consecuencia la alternancia política, la creación de organismos autónomos de control, el fortalecimiento de los órganos electorales, la libertad de expresión y de crítica y la más amplia libertad de manifestaciones. La llegada del presidente López Obrador fue la esperanza de fortalecer las instituciones y sancionar a los que se habían apartado. Trajo todo lo contrario, empezó a perdonar a los expresidentes con la faramalla de la encuesta que los liberó del juicio y repitió en grande el presidencialismo autocrático del peor momento del priísmo.
Ahora, la visita presidencial es furtiva, no da la cara, no quiere enfrentarse al pueblo al que califica de aspiracionista, neo liberal, traidor, etc., etc..
¡Qué pena!
Es todo por hoy, hasta una próxima si la hay.
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