Ley de Hierro de la Oligarquía

Dentro de la historia de las formas de gobierno, y de los modos del ejercicio del poder público, la Monarquía es uno de los modelos de estudio más arcaicos que todavía perduran hasta la actualidad. Este modelo tiene su fundamento en la idea de que hay personas que son Primus inter Pares; es decir, “primeros entre iguales”. Dicho de otro modo, todas las personas son iguales, pero hay unas que merecen ser destacadas entre sus pares, debido a factores tangibles o míticos que les favorecen.

Estos factores, tangibles o míticos, van desde la tradición de una familia o linaje guerrero que ha unido o protegido a su comunidad, hasta los argumentos míticos relacionados a la realeza de la sangre; es decir, que un linaje o familia está emparentada con figuras cercanas a alguna deidad y por eso la comunidad está obligada a obedecer a ese linaje o familia. Sin embargo, el poder monárquico lo ejerce una sola persona, de manera individual, vitalicia, y con capacidad de heredar o designar sucesor.

Dentro del desarrollo arcaico de las sociedades, la monarquía fue un modo de ejercer el poder dado a partir del atraso social de las comunidades: aceptar que un individuo y su familia son mejores que el resto, sólo porque así ha sido la costumbre, se explica gracias a los mitos y las tradiciones. Sin embargo, luego de la emergencia del renacimiento, de la ilustración, de la modernidad, de los Derechos Humanos, y de las democracias contemporáneas; mantener la monarquía es un evidente síntoma de atraso.

Así, este fin de semana, en reino Unido, se coronó a un nuevo rey de Inglaterra. Inglaterra ha sido una nación que prosperó como imperio gracias al pillaje, al robo, a la colonización y el sometimiento bélico sobre otros pueblos. No es de extrañar que una nación con esa identidad mantenga una tradición tan atrasada como la de coronar a un rey. No obstante, en ese país hay una creciente población opositora a la monarquía, que busca su abolición y la conformación de una república.

La monarquía como símbolo, sea en la cabeza de un Estado Nación, o sea en la celebración de fiestas populares, es un síntoma de atraso que nos pone a reflexionar sobre cómo están nuestros valores democráticos, republicanos, y civiles. Que una persona, familia, o linaje, tengan cualquier nivel de privilegios sólo por pertenecer a esa tara histórica monárquica, es un síntoma de todo lo que está mal en una sociedad: la inequidad, la falta de democracia, y el sometimiento entre las personas de una comunidad.

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Alan Santacruz
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