Machicharito
En días recientes, un futbolista mexicano realizó declaraciones en redes sociales, que rápidamente escalaron al debate público. Esas opiniones del futbolista son compartidas por muchas personas evidentemente insensibilizadas a la violencia de género. En esas opiniones exponía sobre lo que él considera correcto en temas como el papel de la mujer, los roles de género, y la distribución de poder en las relaciones de pareja. No se necesita adivinar: era un discurso que replica y reproduce violencias misóginas.
Palabras más o menos, el discurso del futbolista se resume en: “las mujeres quieren a un hombre proveedor, pero limpiar la casa les parece una opresión patriarcal”, según él. De entrada, hay un error común: las mujeres que identifican y conceptualizan las opresiones patriarcales no suelen buscar a hombres proveedores. Las mujeres no son un grupo demográfico homogéneo, pero se les caricaturiza en bloque porque el entendimiento de los matices requiere cierto intelecto. Es comprensible que el futbolista, así como muchos hombres, no hayan entendido ese detalle.
Las personas gozamos de la libertad para opinar en nuestras redes sociales lo que nos guste, sin que esos dichos sean censurados pon ninguna acción de autoridad, a menos que esos dichos caigan en la apología del delito, la incitación a la violencia, o el discurso de odio. Entonces ¿Cómo es que esa opinión de un futbolista promedio, tan normalizada entre los hombres promedio, puede incitar a la violencia o ser un discurso de odio?
Este discurso de odio de la supremacía misógina está relacionado con los estereotipos y roles de género, ya que éstos perpetúan la desigualdad, al marcar una división entre lo masculino y lo femenino en la que existen expectativas, normas culturales, y una asignación diferenciada del poder para hombres y mujeres, que produce un Sistema de Dominación basado en el Género.
Este sistema de dominación ha producido históricamente un sometimiento sobre la mujer, que ha derivado en distintas violencias que van desde los machismos cotidianos, pasando por el acoso, la violencia física, o el abuso sexual, hasta el homicidio motivado por razones de género. Entonces, exaltar públicamente los valores que sustentan este Sistema de Dominación basado en el Género, es equivalente a exaltar públicamente los valores del nazismo, del apartheid, del esclavismo, o del supremacismo racial, por poner ejemplos.
Por ello, las expresiones misóginas son discursos de odio. Si no somos capaces de identificar el problema, tampoco seremos capaces de combatirlo, lo que nos convierte también en colaboracionistas de la dominación.
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