México, ante una emergencia educativa
Probablemente recuerden que hace un par de meses, se viralizó en redes sociales un video donde un alumno de la Secundaria Técnica 67 de la Ciudad de México intenta leer un texto en español en presencia de Claudia Sheinbaum.
Era una de esas prácticas que como osos de organillero acostumbran a hacer los maestros con los estudiantes cuando va alguna personalidad a visitar las escuelas. El número, sin embargo, no resultó. El chico que tendría unos 13 o 14 años se mira angustiado, alcanzó a decir apenas unas cuantas palabras entre risas de la ilustre invitada y la directora del centro, trastabilló y abandonó frustrado el podio. Es decir, salió mal. O mejor dicho, fue un reflejo trágico de lo que está pasando en buena parte de la educación pública mexicana.
Es decir, proporcionar una educación de calidad puede representarse de manera muy gráfica y consiste en que los niños aprendan lo que deben aprender, lo aprendan bien y eso se exprese en los logros de aprendizaje. En el episodio que he relatado, la pregunta es muy sencilla, ¿el alumno sabía leer, pudo hacerlo o no? Hay muchas salidas, por supuesto, trivializar el hecho, decir que se puso nervioso, que tuvo un mal día u ofrecer explicaciones pedagógicas, pero el resultado es el mismo, no pudo.
Y es criminal, me parece, con el niño, con sus padres y con la sociedad que la escuela pública no pueda proporcionar lo más básico que se enseñara un chico a leer debidamente. Ese es el centro del problema en que México está metido y vaya que ya tiene muchos y cuya solución exige reconocer que estamos ante una emergencia educativa.
¿Qué quiere decir esto? Comprender que si lo que todo país quiere es que mejoren los logros de aprendizaje y las trayectorias de los estudiantes, pues eso va a depender de armonizar un círculo virtuoso compuesto por la efectividad y le excelencia de los planes y programas, por las habilidades, competencias y desempeño de los maestros y los alumnos, por la dedicación de los padres de familia, por el liderazgo escolar, por la formación y la selección de los docentes y por la inversión en infraestructura y en los recursos didácticos al alcance del alumno.
¿Es eso hay que preguntarse? ¿Es eso lo que tenemos hoy en México? Lamentablemente no. Los resultados de las evaluaciones conocidas son categóricos, aunque no inesperados. Mientras en el sexenio 2012-2018, los niños de secundaria de 11 estados del país venían mejorando en lenguaje y comunicación y 18 en matemáticas, ahora el desempeño de los niños ha empeorado de manera dramática. Y déjeme darle un dato devastador. En 2023, Mejoredu, que es dependencia de la SEP, presentó su evaluación diagnóstica y confirma que en lectura y en matemáticas los alumnos mexicanos de segundo y primaria a tercero de secundaria solo aciertan en las pruebas en promedio 44% de los reactivos.
Y en el caso de Aguascalientes, el porcentaje de aciertos de los alumnos de los mismos grados y en las mismas dos materias andan 46% en lectura y 40% en matemáticas. Es decir, unos y otros están reprobados en casi todo.
Ese es el saldo que dejó la gestión de Obrador y de Moctezuma, de la llamada nueva escuela, de los pésimos libros de texto que serán un fracaso académico, técnico e histórico en toda regla y de haber cancelado los procesos transparentes, competitivos y rigurosos para seleccionar y promover docentes para recurrir y para volver a la vieja práctica de basificar maestros, es decir, contratarlos por dedazo.
Sólo por ese atajo ya han entrado 950 000 presuntos docentes en 5 años a las escuelas mexicanas. En suma, esa secuencia de hechos constituye en síntesis la situación que tenemos y si no hay un cambio en las políticas educativas, lo que ahora es una emergencia se convertirá sin duda alguna en una verdadera catástrofe.
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