México en septiembre
Septiembre ha sido, es, y será, un mes lleno de contrastes y claroscuros para nuestras vidas, ya sea la pública, la privada y la social, por un lado, la celebración del Grito de Dolores en donde se llenan las plazas de alegría, juegos pirotécnicos, grasa fritanguera y tequila, quiero suponer que para la gran mayoría que tiene la nacionalidad mexicana, esto ocurre.
Por un lado, tenemos el 16 de 1810 que oficializa el inicio de la independencia, hasta la entrada del Ejército Trigarante en otro día de septiembre, el 27 de 1821, paradójicamente en México le damos mayor crédito al inicio de la gesta heroica que al final, cuando se consuma. El desenlace no resultó ser el previsto y desembocó en el primer imperio de Iturbide.
Siguiendo con septiembre, debemos atender el calendario de duelo, silencio y penas, al recordarlos ahora: tres terremotos en un 19 de septiembre, vaya casualidad, pasamos del Grito, al simulacro y al temblor, vaya rutina la nuestra.
Y es que nuestra historia, la patria y la natural, se funden por horas en el calendario gregoriano, pasando de gritos de alegría a suspiros de tristeza, y si me apuran un poco, recordemos que también fue en un 26 de septiembre, hace 8 años, el caso de los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa, caso emblemático para entender el correr de los tiempos.
A lo que voy es lo mucho que ha cambiado el sentir del honorable patriotismo, pasando por un nacionalismo trasnochado, y mudando a una especie de mexicanismo chabacano, que raya en estereotipos muy mancillados, tanto en el deporte como en las artes, salvo por honorables excepciones que nos levantan y dan orgullo.
Un principio que se establece en toda nación consiste en que, cuando menos simpaticemos entre mexicanos, caernos bien, o al menos, no llevarnos mal. Digamos que ese fue el remedio a lo largo del siglo XIX hasta la revolución, la cual volvió a pegar el país en uno solo: un partido hegemónico, en todo tiempo y en todo lugar, con un poderoso presidente reemplazable.
Y es que estamos muy orgullosos por donde vivimos, es un privilegio ser mexicanos, sin duda, en lo que mayormente coincidimos y presumimos es en el sitio: nuestras playas, montes, bosques, selvas; sin embargo, la percepción cambia cuando nos remitimos por quienes somos y cómo somos.
Recientes estudios en la UNAM y de la UVM nos indican que si bien amamos el país, no del todo quien lo habita, nos une el territorio, un idioma, una cultura, una bandera, y nos guste o no, un gobierno, sea de cualquier partido, la representación ahí queda plasmada para los libros.
La opinión generalizada estima que México sigue siendo, si se me permite el término, un país aspiracionista, tercer mundo se le decía hace unas décadas. Desaprovechado por nativos y abusado por extranjeros, da la impresión que cargamos con la tadica sentencia de estar mal gobernados por malos gobernados, con malos gobernantes.
Creo haber leído de niño una entrevista de Luis Echeverría, quien en alguno de sus gritos declararía tiempo después, algo así como: no somos un país resuelto; no entendía el enfoque, me pregunté si de veras somos un país dividido, pero ¿cómo?, si todo lo controlaba el PRI, ¿o no?. Los años, las vivencias y el estudio me ayudaron a entender los porqués y los cómos de esta situación, a mí desde infante me quedaba claro que México era uno y uno es México, somos lo mejor del país, esas fueron, digamos, mis premisas iniciales como niño y acato hasta la fecha.
Admito el gusto que tenemos como tradición familiar de presenciar los Gritos de Dolores, y además, rematamos con ser pacientes y ver el desfile militar, digamos que me emociona más que ver a la triste selección, y me gusta tanto el Grito como el desfile, este año con un papel protagónico de la Guardia Nacional, la cual me remite al asunto que nos trae a todos por la calle de la amargura: el debate relativo a la militarización, que lleva décadas dividiendo opiniones, un asunto por demás áspero y delicado que consiste en que los espacios públicos sean cubiertos por el Ejército, porque si no, nos advierten, son flanco fácil para los narcos, y así, nuestras libertades se ven restringidas por la seguridad pública; menos libertad por más seguridad, una ecuación que restringe y no mejora la vida entre civiles, y compromete al máximo a las fuerzas armadas del país, haciendo tareas no propias por falta de una policía federal.
El debate que hoy se discute en el senado: que sí, que no, que sí sí, pero cuánto, y cuánto es cuánto, cuánto es mucho, cuánto es poco, a decir verdad, eso solo lo sabrán los palaciegos, pero el efecto inmediato e inminente ya está entre nosotros: la Guardia Nacional, es una realidad palpable con la cual habremos acostumbrarnos a vivir y convivir en todo el país, en mayor o menor medida, no obstante, espero que eso no aturda y sirva mejor para la preparación y capacitación de nuestras policías, sean estatales o municipales. No nos equivoquemos en este rubro, pues tenemos un buen ejemplo de una academia policíaca en casa, que merece ser afianzada y mejorada, la realidad es que aún tenemos una policía confiable y eso no se puede ni debe perder, y en esa materia de la compleja administración pública, el contador Orozco, puede estar tranquilo a unos días de concluir su interino.
Esto es todo por ahora, y hasta la próxima.
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