Miriam Cruz de Barberena
En vista del deceso reciente de mi madre, Miriam Cruz de Barberena, quiero aprovechar este espacio para agradecer las múltiples muestras de consuelo y solidaridad, por tanta y tanta gente que se hizo presente en el funeral de mi madre, Mirita.
Murió curiosamente el 30 de enero, fecha que tenía asignada puntualmente en su agenda para ir a celebrar los municipios de San Francisco de los Romo y El Llano, dejó de asistir estos dos últimos años por evidentes causas, sin embargo, le gustaba mucho asistir, nunca dejó de estar activa, de hacer y cumplir con lo que para ella era un compromiso.
Mirita, cómo fue conocida, fue una colosal mujer que dedicó su vida a la educación, a la promoción del arte y la cultura, y también, al altruismo. Sus últimos años, a la ecología, plantó, cientos, si no miles de árboles, tanto en el parque Rodolfo Landeros, como en su magna obra, el Centro Ecológico Los Cuartos. Hoy, buena parte de esos árboles ya desaparecieron por la estrechez mental y el lucro de quien se hizo pasar por benefactor y resultó ser un vil especulador, para un desarrollo inmobiliario, en un área destinada se reserva ecológica y a Jesús María.
Lo cierto es que a mi madre le gustaba mucho citar a Martin Luther King, quien decía que: “Sí supiera que el mundo se ha de acabar mañana, aun así plantaría un árbol”. Ella no solo plantaba árboles, fueron miles de semillas regadas por México y Aguascalientes, esas niñas y niños, que anualmente asisten a Los Cuartos a recibir nociones básicas de Ciencias Naturales, Biología y Educación Ambiental, han sido y son lo más preciado de la acción en ese espacio, diseñado para sensibilizar a la gente de la enorme necesidad del cuidado del ambiente.
Quién iba a pensar que en 30 años después de iniciar ese modesto programa de educación con el Instituto de Educación de Aguascalientes, esta disciplina tuvieron despliegue mundial, al grado de ser considerado una obligación, por parte de Naciones Unidas. El cambio climático es, sin duda, el mayor desafío de nuestra especie como humanos, y vaya usted a saber cómo fue que mi madre, previó a este fenómeno global, desde hacía décadas.
En verdad no quiero extenderme en realizar una descripción de mi madre, quienes tuvieron la ocasión de conocerla, saben a lo que me refiero, solo es para dar las gracias, una vez más, a quienes se hicieron presente y también para agradecer a la BI, el ingeniero Alfredo Rivas y el licenciado Fernando Rivas, por brindarme estos micrófonos este espacio en calidad de comentarista en los últimos cuatro años, son otros los vientos que soplan y estima que la variedad en las personas es lo que enriquece la pluralidad, es así que me despido, cuando menos por un periodo de cámaras y micrófonos, gracias y hasta la próxima.
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