Mundial de fútbol y doctrina Monroe
Durante el Siglo XIX, la mayoría de los distintos países del continente americano vivieron los conflictos bélicos con los que buscaban dejar de ser colonias de las potencias europeas y ganar su independencia nacional. Así, en 1823, Estados Unidos a través del entonces presidente James Monroe enunció una doctrina de política exterior posteriormente conocida como Doctrina Monroe.
Esta doctrina podría sintetizarse con la frase “América para los americanos”. Se entiende, claro, que se refiere a que sólo la población de nuestro continente es la única con potestad para decidir sobre la política del propio continente americano, sin intervención europea. Sin embargo, en 1904, el entonces presidente Theodore Roosevelt añadió a la doctrina Monroe un corolario con el que Estados Unidos asumió un papel activo para intervenir en las naciones del continente americano para defender el interés estadounidense.
De este modo, la Doctrina Monroe y el Corolario Roosevelt han sido la guía diplomática para la política exterior norteamericana, y con esta guía han justificado sus intervenciones económicas, políticas, militares, y de espionaje en los países del continente americano. Esto se intensificó durante el periodo de la Guerra Fría, en el que -además- se instauró la persecución iniciada en la década de 1950 por el senador republicano Joseph McCarthy contra todos los opositores políticos, acusándolos de “comunistas” con la finalidad de que fueran procesados en juicios sumarios, violando el debido proceso y los derechos humanos.
Así, con la Doctrina Monroe, el Corolario Roosevelt, y el Macartismo, Estados Unidos tiene como base diplomática la intervención en la política de las naciones del continente; el uso de tácticas y estrategias violatorias de la soberanía de los países americanos; y la implementación de una ideología que impone a su capitalismo como el único modo político y económico, rechazando de manera activa y agresiva cualquier otra manera de entender la política y la economía.
Con ese antecedente, el próximo año habrá en nuestro continente un mundial de futbol organizado por los tres países que encabezan la renegociación del Tratado de Libre Comercio más grande de la región. En ese contexto, el presidente norteamericano comete ataques militares y ejecuciones extrajudiciales en aguas internacionales, amenaza con invadir Venezuela, inyecta dinero artificialmente a la economía argentina, se mete en la política de los distintos países americanos, extorsiona a México con el tema del narcotráfico, y -en el colmo de la ironía- recibe un espurio “premio de la paz” entregado por el organismo del mundial de futbol. Así, podemos decir que no es deporte, es política y diplomacia.
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