No cometamos el mismo error del año 2000

Prácticamente al comenzar la segunda mitad de su sexenio, el presidente López Obrador dio el banderazo de salida para quienes habrán de competir para sucederlo en el cargo. Esta situación se presentó como algo sin precedentes, pues la costumbre era que las aguas de la sucesión comenzaran a moverse hasta el quinto año de gobierno y no eran provocadas (al menos directamente) por el presidente de la república.

Llama poderosamente la atención que haya sido el propio presidente quien presentara a sus posibles remplazos, a quien él mismo bautizó como “corcholatas”. En este tenor, el partido oficial  cuenta con tres presidenciables descaradamente alentados desde Palacio Nacional: el secretario de relaciones exteriores, la jefa de gobierno de la Ciudad de México y el secretario de gobernación.

Esto es importante ya que independientemente de las ilegalidades en materia electoral y falta de ética al estar utilizando sus cargos como plataformas políticas, los tres ya están en campaña, lo que los convierte en rostros visibles algo que en política es de suma importancia pues a la hora del voto suele valer más la percepción y el conocimiento del candidato que las propuestas o el posible plan de gobierno.

Esta situación les da una clara ventaja frente a la oposición, por el simple hecho de que aunque haya algunos aspirantes que hayan levantado la mano, en la práctica las corcholatas del obradorismo les llevan años luz de ventaja; aunque por supuesto se podría argumentar que el piso no es parejo para todos.

Partiendo de lo anterior, es importante recordar que hace algunas semanas se confirmó que la alianza Va por México seguirá funcionando tanto para las elecciones de este 2023 como para las federales del próximo año, lo que significa que priistas, perredistas y panistas intentarán encontrar al candidato ideal para competir contra quien finalmente será el ungido para intentar continuar con la autodenominada cuarta transformación.

La labor de encontrar al candidato más competitivo es una tarea titánica para la oposición, partiendo de que verdaderamente competirían en coalición, así como luchar contra los factores de división al interior de cada uno de los tres partidos. Y si a lo anterior sumamos el afán de debilitar al árbitro electoral por parte del oficialismo, el reto de la alianza opositora es todavía mayor.

Sin embargo lo primero que deben de tener en cuenta quienes aspiran a ganar la candidatura de la oposición, no es arrebatarle el poder a Morena, es corregir el rumbo de un país, pues no vaya a ser que se cometa el mismo error que con Vicente Fox, cuya principal bandera era sacar a un partido de la presidencia, y no aspirar a tener un país mejor.

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Josemaría León Lara Díaz Torre
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No cometamos el mismo error del año 2000

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