¡No a la militarización en México!
Hoy quiero hablarles sobre un tema que nos afecta a todos y que ha estado en el centro del debate público en México: la reciente reforma que convierte a la Guardia Nacional en parte de la Secretaría de la Defensa Nacional, el Ejército. Esta decisión, impulsada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, marca un cambio drástico en nuestra estrategia de seguridad pública, uno que muchos de nosotros consideramos preocupante.
Desde el inicio de su mandato, AMLO se presentó como un defensor de los derechos humanos y prometió regresar a los militares a los cuarteles. Durante su campaña electoral de 2018, sus palabras resonaron en los corazones de muchos ciudadanos que deseaban un cambio, una nueva forma de enfrentar la violencia que asola a nuestro país. Hablaba de construir una fuerza policial civil, sólida y eficaz, que pudiera enfrentar los desafíos de la seguridad sin recurrir a los métodos militarizados de sus predecesores.
Sin embargo, la reciente aprobación de esta reforma nos deja un sabor amargo. A través de un proceso legislativo en el que Morena, su partido, utilizó su mayoría para validar la militarización, AMLO ha contradicho esas promesas. Hoy, la Guardia Nacional, creada originalmente con el espíritu de ser una fuerza civil, ahora operará bajo el mando de un general del Ejército. Es un paso que, lejos de aportar confianza, genera desconfianza en una población que ha sido testigo de la historia reciente de abuso de poder y violaciones a los derechos humanos.
En sus discursos, el presidente ha justificado esta medida argumentando que las Fuerzas Armadas son más eficaces y confiables que las instituciones civiles. Pero es crucial preguntarnos: ¿realmente estamos mejorando la seguridad con esta decisión? Las experiencias de otros países, como Brasil y Colombia, donde se ha implementado la militarización de la seguridad, muestran que este enfoque no solo no resuelve el problema de la violencia, sino que, en muchos casos, lo exacerba.
Las calles de México han sido testigos de un aumento en los homicidios y en la violencia, incluso bajo un gobierno que prometió cambiar las cosas. La militarización no trae paz; la institucionaliza. Si no hacemos algo al respecto, corremos el riesgo de que el Ejército se convierta en el principal responsable de la seguridad pública, en un ámbito que históricamente ha sido civil.
El desafío es grande, y la responsabilidad recae sobre todos nosotros. No se trata solo de criticar, sino de exigir. Exigir que nuestras instituciones, en lugar de ser militarizadas, sean fortalecidas. La seguridad debe ser una responsabilidad civil, gestionada por fuerzas policiales entrenadas y capacitadas para respetar los derechos humanos. Necesitamos un sistema de seguridad que valore la vida y dignidad de cada ciudadano, no uno que recurra a la violencia y la represión.
Es fundamental recordar que el cambio que todos anhelamos no puede basarse en el miedo ni en la militarización. Necesitamos construir una sociedad en la que se garantice la seguridad a través del diálogo, la inclusión y el respeto por los derechos humanos. La lucha por un México más seguro no debe depender de la presencia de militares en las calles, sino de la confianza en instituciones civiles que actúen con responsabilidad y ética.
Así que, mientras reflexionamos sobre esta reforma, recordemos que es nuestra obligación como ciudadanos involucrarnos y cuestionar. No podemos permitir que la militarización se convierta en la norma. Defendamos nuestras instituciones, nuestra democracia y nuestros derechos. ¡No a la militarización en México! Es momento de unir nuestras voces y trabajar juntos por un futuro más seguro y justo para todos.
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