Nuestro tiempo iba a ser mejor
Wislawa Szymborska, una poeta polaca que me encanta, escribió sobre el siglo XX. Decía:
“Nuestro siglo XX iba a ser mejor que los pasados.
[…]
Ciertas desgracias no iban
a suceder más:
por ejemplo, la guerra
y el hambre, y tantas otras”.
Pienso que podemos seguir diciendo eso y quizá más del siglo XXI. Lo pienso más cuando veo la situación de las mujeres en el mundo y, especialmente, en México. De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 2022 ha sido el año más violento para las mujeres en México, ya que se registraron 3754 muertes de mujeres, 2807 fueron homicidios dolosos, 947 fueron investigadas como feminicidios, hubo un promedio de 10 mujeres asesinadas al día.
En vísperas de las marchas del 8M, CIMAC Noticias presentó una serie de datos, considerando el período desde el inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador hasta el 8 de marzo del presente año. En estos cuatro años y tres meses se han registrado 11,490 homicidios dolosos contra mujeres, 3985 feminicidios, 10,688 mujeres desaparecidas, 29 millones de mujeres en pobreza y más de 4 millones de mujeres adultas mayores que hacen trabajos no remunerados.
En las marchas del 8M en distintas ciudades, cientos de miles de mujeres nos manifestamos frente a la violencia contra las mujeres, los feminicidios, las desapariciones, las violaciones y otras agresiones, la violencia vicaria, la desigualdad salarial; también frente a la impunidad y el desdén con que se tratan estos casos, así como la normalización de situaciones que no son normales. En estas marchas conviven el dolor y la esperanza, el dolor ante las violencias que muchas mujeres han sufrido y que son afrentas a todas, el dolor de las madres de mujeres asesinadas o desaparecidas, el dolor de las mujeres violentadas, la impotencia de mujeres que han sufrido violencia y son revictimizadas al denunciar. Junto a esto florece la esperanza porque estar juntas y acompañarse hace evidente que esta es una apuesta por lo colectivo. Los derechos que tenemos las mujeres ahora —como el derecho al voto, al trabajo, a decidir, a una vida libre de violencia y más— son el producto de las luchas de varias generaciones de mujeres, lo que hagamos ahora tendrá impacto sobre nuestro futuro y el de las generaciones que vienen después de nosotras. Eso es hermoso.
Sin embargo, la realidad sigue golpeando la esperanza, con las mujeres desaparecidas en Celaya el 7 de marzo, de las cuales encontraron calcinadas a 5 este 17 de marzo; la muerte de una soldada mexicana naturalizada estadounidense en una base militar de Texas, en circunstancias que no han sido aclaradas, aunque se sabía que había denunciado acoso sexual; así como la muerte de una adolescente días después de ser agredida en una secundaria de Teotihuacán, aunque también se sabía que sufría bullying. Se trata de tres casos que se han vuelto visibles en los medios y las redes en los días recientes, pero como estos hay muchos más. No sé si da más impotencia saber de estas agresiones o saber que, al menos en los casos de la militar y la estudiante, ellas pidieron ayuda o denunciaron, pero la incompetencia o la complicidad de quienes estaban en puestos de responsabilidad les costó la vida.
No voy a preguntar qué tendría que pasar para que las autoridades y la sociedad en su conjunto lleguen a tomar en serio la violencia y actúen desde el nivel de responsabilidad que les corresponde, porque ya ha pasado mucho y nos están quedando a deber. Nuestro tiempo iba a ser mejor, pero no lo está siendo. Sólo queda seguir luchando por nuestras madres, hermanas, amigas, colegas, por todas, por una sociedad mejor.
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