Patria global
Los conceptos de Patriotismo y Nacionalismo, en su carácter moderno, están ligados a la aparición y construcción del Estado Nación originado en Europa hacia la mitad del milenio pasado. En ese contexto, la unificación de diversos reinados, feudos, y burgos, dieron como resultado el origen del concepto de nación como lo conocemos actualmente.
Así, ejemplos como España, Italia, o el conglomerado británico del Reino Unido, se consolidan como Estados Nacionales. Igualmente, el Renacimiento y el declive de los regímenes monárquicos fortalecieron la noción de Estado Nacional de carácter constitucional. Esta noción implica varios factores: una población asentada en un territorio común; un pasado histórico compartido; un entramado etno cultural que une a las poblaciones a partir del idioma, el folclor, la religión, la filiación genética, etcétera; el proyecto de futuro colectivo; un gobierno que ejerce poder sobre el territorio y la población; y -especialmente- un marco jurídico en común.
Lo anterior ocurre primordialmente en Europa. Sí, en concepto de Estado Nación Constitucional en evidentemente eurocentrista. Sin embargo, ya en el último cuarto del milenio pasado, entre los siglos XVIII y XIX, se dio origen a varios Estados Nacionales -sobre todo en el continente americano- luego de que diversos territorios se emanciparan e independizaran del dominio imperial de España e Inglaterra. Así, podemos hablar de la mundialización del concepto de Patria, ligado indefectiblemente a la idea de Nación.
El vocablo Patria viene del griego Pater, Padre. El concepto es evidentemente patriarcal, y en su origen habla de ciertos valores y lealtades a la paternidad nacional y a sus caudillos. Así, se figura una gran abstracción a partir de la cual las poblaciones se amalgaman en una identidad compartida que tiene como valor fundamental el hecho de que “nosotros somos distintos a los demás”. Esa distinción, en sus expresiones más exacerbadas, ha constituido una de las taras que más han perjudicado a las colectividades: ha originado guerras, ha invadido territorios, ha impulsado procesos de aculturación y de dominación étnica, y -en general- ha impedido vernos como una comunidad humana global.
No sólo eso. La exaltación irracional de los nacionalismos también ha propiciado el control político e ideológico de los pueblos a lo interno de los Estados. Hay una relación evidente entre los países con mayor sentimiento nacionalista, y el ejercicio más autoritario del poder en el gobierno. Es posible que, para una mejor coexistencia civil, democrática, y republicana, pudiésemos valorar más el equilibrio entre la lealtad a nuestras pequeñas comunidades, y el entendimiento de que formamos parte de una comunidad global mayor. Nuestro pueblo no es tan distinto a los demás pueblos, salvo el por hecho accidental de dónde nacimos. Entender eso quizá abone a ampliar la conciencia global de nuestra especie.