Perspectiva. El enorme compromiso de la puntualidad
Hoy, gobernantes, empresarios, periodistas y funcionarios de León, Guanajuato no podrán llegar tarde ni un minuto a su cita con la cultura de la puntualidad. A las 6 de la tarde en el Teatro Doblado habrá una reunión para iniciar la campaña: ¡Yo soy puntual!. La iniciativa para esta campaña fue propuesta por Ismael Plascencia, presidente de la CONCAMIN (Confederación de Cámaras Industriales) en la entidad.
La puntualidad es un hábito, una costumbre que muchos pueblos aprecian y otros desprecian. Cuando llegamos puntuales decimos: “cómo ingleses”. Sabemos que es una virtud de japoneses, suiza, nórdica, británica y común en países desarrollados. En una reunión de consejo de cualquier empresa multinacional no hay pretexto para dos cosas: no presentarse o llegar tarde. El “no show” -salvo casos de emergencia- es impensable, el “too late”, significa una ofensa para quienes participan con su tiempo en cualquier reunión.
Aquí no extraña que una novia llegue una hora tarde a su boda, o que un evento social sea entre “las 10 y las 12” o el clásico “por ahí nos vemos al mediodía”. Sabemos cuándo comienzan las fiestas pero nunca su final. En cambio en la vida de la diplomacia, los embajadores, por ejemplo, tienen por hábito indicar el lapso de tiempo que durará una conferencia o una exposición. “Lo esperamos de las 7 a las 10 pm” y a esa hora precisa se acaba la música, las bebidas y los anfitriones se ubican en la puerta de salida para despedir a los invitados. En Suiza, los conductores de un tren se disculpan si hay un retraso de 3 minutos y en todo el orbe festejamos el año nuevo contando los segundos para la extinción del viejo. Ese es un hábito mundial.
Más allá de las anécdotas, la impuntualidad representa un costo enorme para las instituciones públicas y privadas. Todos sabemos que hay presiones porque siempre surgen imprevistos, porque “la avenida la están arreglando o el tráfico está imposible”. Para los políticos la puntualidad es un reto formidable, siempre se prolongan las reuniones porque los ciudadanos requieren de más tiempo para ser escuchados, porque hay manifestaciones, porque siempre, “algo se atraviesa”.
Tenemos que reconocer la iniciativa de Ismael Plascencia y la buena recepción que le dan el gobierno estatal y municipal a la campaña. Nuestros gobernantes y funcionarios adquieren un compromiso nada fácil de cumplir porque requiere un cambio de hábitos enorme y de un día para otro. Pero, imaginemos el beneficio de su buen ejemplo. Que Guanajuato fuera el referente de puntualidad nacional, no tiene precio.
Si las empresas, escuelas, ventanillas públicas, bancos y profesionales, cambiamos de hábitos con el reloj y el tiempo, elevamos nuestra productividad individual y colectiva, mejoramos la calidad de vida de nuestras familias y disfrutamos más del tiempo libre. La impuntualidad roba el tiempo de uno mismo y crea incertidumbre alrededor nuestro. La puntualidad es decencia, respeto, formalidad, eficacia y productividad para todos.
El estigma de que la gente del sur, del mar, del trópico es por naturaleza impuntual no tiene sentido. Tampoco el decir que los mexicanos somos informales e impuntuales por naturaleza. Basta con ver a los paisanos que trabajan en Estados Unidos para comprender que no es la persona sino la cultura lo que define su conducta respecto al tiempo. Es tiempo de forjar esa distinción para nuestra tierra, puntualmente.
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