Perspectiva. El evangelio del Papa en Asia y Singapur

“Singapur es un brillante ejemplo de lo que la humanidad puede lograr trabajando junta en armonía con un sentido de responsabilidad y un espíritu de inclusión y fraternidad”.
Papa Francisco

A sus 87 años el papa Francisco se embarcó en un viaje a Oriente para visitar cuatro naciones. Papúa Nueva Guinea (al norte de Australia), Indonesia, Timor Oriental y Singapur. Todos, países muy distintos. En cada lugar tuvo palabras de sabiduría y humanidad, de amor y de la búsqueda de armonía y tolerancia. 
Al pequeño Timor Oriental, excolonia portuguesa con un 97 % de población católica, llevó el bálsamo de la esperanza ante la tragedia que vivió ese país con la invasión de Indonesia y el abuso de sacerdotes a niños, como en otros lugares.
En Indonesia, país con 280 millones de habitantes y mayoritariamente musulmán, alentó a la minoría cristiana a perseverar su fe. Entre la catedral católica y la enorme mezquita  Istiqlal de Yakarta (caben 250 mil), hay un túnel que comunica a las iglesias. Le llaman el túnel de la amistad. Por ahí pasó Francisco para simbolizar la apertura y tolerancia de su papado. El imán de Yakarta, complacido de la visita, dijo a un periodista australiano,  con sabiduría, que las dos religiones adoran al mismo Dios y son herederas del mismo profeta Abraham. En la reunión de Yakarta estuvieron representantes de seis religiones. Una reunión interreligiosa que habla de valores superiores budistas, católicos, protestantes, islamistas, hinduistas y confucionistas.
En Singapur sólo el 7 % de la población es católica, sin embargo la visita papal fue un evento impresionante por su organización y despliegue popular. En el Estadio Nacional se reunieron más de 50 mil feligreses y funcionarios a escuchar la misa y el mensaje de Francisco. Lawrence Wong, el recién nombrado primer ministro es cristiano. La celebración religiosa, aparte del rito y los hermosos cantos, fue un ejemplo de orden y armonía. El papa Francisco, asombrado por la arquitectura y la prosperidad de la isla, transmitió un mensaje simple: “Sin amor no hay vida”.
En otras palabras dirigidas a 900 personas pidió consideración para los trabajadores extranjeros (braceros) que ayudan a lograr el éxito del país. Reconoció el esfuerzo del gobierno por atender a los más necesitados y disminuir la desigualdad, algo prioritario para la cuarta generación de gobernantes desde la fundación del país en 1965.
A un reportero de la cadena CNA le preguntaron cuál era su impresión después de ir en el avión de la comitiva del Papa. “Sin duda es su humildad”. Para los católicos de los 4 países fue un regalo, casi un milagro que Francisco decidiera ir a su edad a predicar la armonía, el amor, la paz y la responsabilidad con nuestro planeta.
Singapur fue un buen ejemplo de convivencia pacífica de chinos, malayos, hindúes y otras minorías, con diversidad de religiones, cultura e idiomas. Con una sola aspiración, lograr que cada ciudadano pueda convertirse en la mejor versión de sí mismo. Con su sensibilidad, Francisco encontró de inmediato las fortalezas de un país que vive bajo el imperio de la ley y la mejor mezcla de la moral confucionista, budista y cristiana.
En momentos aciagos para nuestro país, cuando vivimos la peor división en décadas, cuando podemos perder libertades y derechos, es un bálsamo escuchar a Francisco, quien pidió en Indonesia el respeto a la libertad y a las sociedades abiertas. Sin dirigirse a nosotros, su mensaje lo podemos retomar: no dejemos que el odio nos invada y nos domine.

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Enrique Gómez Orozco
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