Perspectiva. El INE como punto de encuentro

Comenzaré por el final. Antes de que termine el año llega la oportunidad de una definición para los partidos de oposición: o se unen para defender al INE, la institución que es piedra de toque de nuestra democracia, o se olvidan del 2024. Si Morena logra revertir los avances políticos para volver a los tiempos en que Manuel Bartlett, al frente de Gobernación, tumbó el sistema, tendríamos al viejo PRI en el poder pero recargado.

Dos ex presidentes de México y una charla en Madrid con la Fundación Internacional de la Libertad, nos dan una claridad sobre el único futuro que debemos elegir: el de la democracia. Ernesto Zedillo, quien durante largos periodos guardó silencio, dio cátedra en Madrid sobre la “Década perdida de Latinoamérica”, la semana pasada en la Fundación Internacional para la Libertad.

Del 2015 al 2025 el crecimiento será mediocre, tendremos un retroceso en la reducción de la pobreza y la desigualdad. Según el gran ex presidente, la situación “tiene que ver con la actuación de nuestros gobiernos en la mayoría de nuestros países”. Si bien han existido factores externos, el problema es que se detuvieron las reformas iniciadas a finales del siglo pasado y principios de este.

No sólo se estancaron sino que hay una regresión con el populismo que agrede a los críticos, ataca a los otros poderes rompiendo el equilibrio democrático y aspira al despotismo. El economista formado en Yale y forjador del equilibrio macroeconómico que gozamos en el país desde principios de siglo, lo ilustra con números ante el fracaso de la atención de la pandemia. “Con el 8% de la población mundial tuvimos el 30% de los muertos”.

Felipe Calderón también habló del peligro inminente para la democracia en México si el INE pierde su autonomía. En una rara ocasión en que se reúnen dos expresidentes de dos partidos distintos, coincidieron en la amenaza presente de caer en el despotismo como han caído Venezuela, Nicaragua y Cuba. La militarización de la seguridad pública puede ser un paso anterior al derrumbe de la autonomía del órgano electoral. Hoy el INE es la institución más respetada del país. Más que el Ejército  o cualquiera de los  tres poderes. La gente puede entender con claridad que ahí no hay gato encerrado ni fraudes electorales ni algo que se le parezca. Tampoco está en manos de conservadores o neoliberales sino en un cuerpo profesional de expertos servidores públicos. Y en las manos de los ciudadanos que hacemos posible la elección.

Con un órgano electoral a modo, Manuel Bartlett rellenó las urnas en Guanajuato hace 34 años. Tan sólo en León el gobierno priísta de Rafael Corrales Ayala metió 155 mil boletas previamente cruzadas por el PRI.

Ese mismo día declaró una “caída” en el sistema para bloquear el ascenso de Cuauhtémoc Cárdenas. Sería impensable después de tres décadas que la elección estuviera en manos de Adán Augusto López.

Visto de forma optimista, la oposición puede encontrar un punto de encuentro en esta lucha. Porque aquí no caben divisiones. Si logran defender la integridad y la autonomía del INE, sería el primer paso para ponerse de acuerdo en la forma de elegir a un candidato para el 2024. Incluso podrían pedir al propio INE que hiciera las encuestas o la fórmula para enviar al candidato más competitivo.

Eso le daría el tinte de legitimidad. Una especie de pegamento para dar cohesión a la lucha que se avecina.

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Enrique Gómez Orozco
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