Perspectiva. Espiral de deuda
La compañía de información Bloomberg publica un reportaje sobre el problema de la deuda del Tesoro norteamericano. En los últimos años el déficit del gobierno de EE.UU. creció sin control.
El último presupuesto equilibrado lo tuvo Bill Clinton en 1998, cuando dibujó en un pizarrón un gran 0! La bonanza económica de los últimos años de su mandato desbordaba las arcas públicas con impuestos procedentes de la especulación financiera, el crecimiento económico y la buena administración de Clinton.
Calculaban que con el superávit podrían eliminar la deuda pública en 2012. Recuerdo que en un artículo de una revista financiera discutían qué hacer, si pagar deuda o regresar dinero a los contribuyentes.
La historia cambió con dos sucesos: el estallido de la burbuja financiera producida por la fiebre de los .com y el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001. George Bush inyectó dinero a la economía con lo que vendría otra burbuja, ahora la de las hipotecas en 2008, que llevó a la crisis más grande desde la Gran Depresión. Le llamaron la Gran Recesión.
Para sacar a los empantanados bancos y que no quebraran, crearon el equivalente de un Fobaproa por unos 700 millardos (billions) de dólares. El Congreso, dividido, tuvo que aceptar la firma de Henry Paulson para que el Tesoro emitiera un gran cheque. La deuda volvió a crecer.
En 2013, la deuda del vecino se igualó con su producción. Hoy llega al 118% y sigue creciendo día a día. El Tio Sam tiene una tarjeta de crédito que seguirá usando para pagar los intereses y luego los intereses de los intereses. Bloomberg la llama una espiral de deuda.
A muchas empresas e individuos les sucede -como a Pemex- y luego quiebran. Pero EE.UU. no puede quebrar porque tiene la máquina que hace dinero. Lo que puede suceder es que su economía se estanque por años, como sucedió con Japón y ahora parece que también podría ocurrir con China. Todos fanáticos de la tarjeta de crédito con cargo al futuro.
México está por rebasar el 50% de deuda en comparación con su PIB. El presidente López Obrador vuelve a romper su promesa de no endeudarse. Lo hace porque nada importa más para su gobierno que ganar la elección del 2024. Usará parte de los 2 billones de pesos del déficit presupuestario para pagar intereses, repartir más dádivas, terminar sus obras quebradizas y rescatar a Pemex y la CFE.
El problema es que caigamos en una espiral, como le ocurrió a Argentina, Cuba y Venezuela. Se puede chutar la pelota unos años pero al final los contribuyentes tienen que pagar intereses o intereses y deuda. La diferencia entre México y Estados Unidos es que México, si imprime más pesos para pagar, genera inflación y devaluación.
Existe la versión de que Marcelo Ebrard y sus diputados leales podrían acotar el presupuesto. Además de ser una medida sabia en lo político -demostrar que todavía tiene punch- ayudaría a que el gasto público no fuera un capricho más, una ocurrencia de fin de sexenio.
Cualquier estornudo de nuestro vecino, lo sabemos, puede convertirse en una pulmonía para México. Más vale que tengamos finanzas sanas y no caigamos en una espiral de deuda como sucederá si pagamos con la tarjeta de crédito de Hacienda el exceso de gasto.
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