Perspectiva. La metamorfosis del PRI

Los camiones con grúas ingresaron a la plaza principal de León; llevaban arreglos de grandes pancartas, fotografías del candidato, bocinas para el discurso. Pocos días después el centro se pobló de campesinos, maestros y acarreados de todas partes. Iniciaba la campaña para la gubernatura.

Las marcas de los vehículos tenían pintado: Departamento del Distrito Federal o DDF, con los colores e insignia del gobierno de la capital. El PRI no tenía empacho en mostrar su fuerza con el uso de recursos públicos. En 1973 Octavio Sentíes Gómez, era el regente en tiempos de Luis Echeverría y había sido instruido para aportar el dinero de la campaña del joven candidato Luis Ducoing.

Eran tiempos de discursos interminables, de retórica antiimperialista, de sueños guajiros de convertir a México en líder del “tercer mundo”. Echeverría recogió los frutos del ahorro nacional de la buena administración (neoliberal) de Gustavo Díaz Ordaz y los dilapidó. Sus informes de gobierno eran de hasta 5 horas sin parar; había “reuniones de trabajo” con docenas de funcionarios que duraban más allá de la media noche. Puro cuento.

Ante el dispendio de una campaña que de antemano se tenía ganada, la oposición no podía denunciar fraude ni quejarse en la prensa o pedir cuentas al jefe del DDF. El control de los tres poderes estaba en Los Pinos. El PRI ganaba siempre y cuando no, arrebataba.

Pasó medio siglo desde que la política nacional dependía de un sólo hombre y se usaban los recursos públicos, sin ningún pudor para el “partido”. Un tricolor que tenía cuenta abierta en Hacienda y en los gobiernos estatales y municipales. El PRI era una dependencia más.

Si alguien pensaba que el PRI se había ido con sus prácticas antidemocráticas; si los despistados creen en el cambio con Morena, es porque no tienen memoria.

. Mario Delgado instruye a los gobernadores de su partido que apoyen a sus candidatos. ¿Cómo los pueden apoyar si no es con dinero, clientelismo o agresiones a la oposición?

. Claudia Sheinbaum, sin recato alguno, manda poner cientos de espectaculares en todo el país sin que sepamos quién los financió o por qué lo hace si está prohibido por la Constitución con un desprecio absoluto a las leyes electorales.

. El presidente abre tres o cuatro cartas, les llama “corcholatas”, porque son tapaderas de la decisión unipersonal que vendrá para designar al “destapado”.

. La verborrea, el gasto intrascendente y la presencia hasta en la sopa de la ideología de izquierda trasnochada se repite machaconamente. Antes era la lucha por los países pobres del tercer mundo y la defensa contra el imperialismo; ahora es la 4T contra neoliberales, conservadores, adversarios, clase media, la prensa, científicos y cualquiera que dude del sermón mañanero.

. Como hace 50 años, los intelectuales orgánicos, los que soñaron con un cambio, los que creían en la justicia después del 2 de octubre de 1968, callan como momias ante la sociedad civil traicionada por el militarismo.

Si alguien dijo que el PRI se había ido es sólo un juego de ilusionismo. Un retazo del PRI anda por ahí dando lástima con su líder corrupto Alito Moreno y algunos personajes de buena fe, el resto del dinosaurio renació con sus antiguas prácticas de corrupción y engaños en un partido populista, clientelar y autocrático como el tricolor de 1973.

Si quieren una prueba sencilla: pregunten a los representantes de ese partido en Guanajuato sí siempre estuvieron de acuerdo con la militarización del país. Sólo como muestra, un gran botón.

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Enrique Gómez Orozco
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Enrique Gómez Orozco, Opinión, Aguascalientes

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