Perspectiva. La tía y la Inteligencia Artificial
Debió ser por los años 30. A la casa de la bisabuela llegó un mueble de bello acabado en madera con incrustaciones de caoba. Era un gabinete que albergaba la más avanzada tecnología de radio RCA Victor. Dos puertas abrían la cómoda donde solo asomaba un dial para sintonizar las pocas estaciones que había en México.
La tía bisabuela, originaria de Arandas Jalisco, estaba encantada al ver el mueble y más al escuchar por primera vez el sonido que venía de lejos. Sorprendida dijo que a ella no la iban a engañar. Detrás del mueble debía estar alguien porque era imposible que esas palabras envueltas en ruidos salieran de un cajón.
La anécdota, la contaba la abuela, cigarro en mano y una gran sonrisa. Pudo ser cierta o una invención para chorear a la tía. Lo verdadero es la sorpresa que causan los inventos incomprensibles en su momento para la mayoría de los mortales.
Casi podríamos decir lo mismo de la computadora que escribe respuestas inmediatas, razonables y precisas sobre lo que le preguntemos. Es como si hubiera alguien detrás del OpenAI GPT 3, o Inteligencia Artificial Abierta (Generative Pretrained Transformer3). Justo como chatear con una persona del otro lado del WhatsApp o de cualquier otro sistema de mensajería.
“¡Pregúntame, pregúntame!”, decía el cómico de la televisión Eugenio Derbez. El Chat GPT 3 parece replicarlo. Cualquier cosa, cualquier tema de conversación, de ciencia, historia, tecnología, programación o recetas de cocina, responde.
La primera impresión es de desconcierto, luego las neuronas comienzan a digerir la información. La inteligencia artificial no es una persona que esté del otro lado de la pantalla, son millones de personas representadas por un total de 175 mil millones de documentos entrelazados por cientos de miles de CPUs que trabajan y aprenden al hacerlo.
¿Cómo lo hacen? Sólo un experto en aprendizaje de máquinas, lenguajes Python, TensorFlow y otras chuladas que solo entienden programadores y tienden la cama para el desarrollo del siglo, puede responder. Mientras escribo, decenas de entusiastas emprendedores lanzan videos en YouTube para vender como merolicos la nueva pócima remedio de toda ignorancia. Unos exaltan al máximo el poderío de GPT 3 y anuncian que en uno o dos meses vendrá otro más picudo, el GPT 4.
Un programador experto al usar la plataforma OpenAI dice que es el principio del fin de los tiempos. La creación de las máquinas bebés que vendrán a marcar el fin del dominio humano sobre la tierra. Son quienes ven posible una singularidad (máquinas que crean y construyen máquinas), son quienes pronostican, como Stephen Hawkings y Elon Musk, que la IA puede desatar todos los demonios en contra de la humanidad. Piensan que es una caja de pandora que no sabemos lo que contiene dentro, como si fuera diseñada por un genio maligno que nos quiere reemplazar por fierros, dígitos y algoritmos.
Otros más serenos ven en el invento la solución para la mayoría de los problemas que nos aquejan: la cura del cáncer, la educación de calidad individualizada, la aceleración de la productividad y la herramienta más poderosa que jamás haya creado la humanidad. Autos, aviones, maquinaria de fabricación y construcción podrían ser autónomos y hacer las tareas que hoy comandan operarios.
Sorpresa. Chat GPT tuvo una opinión sobre las columnas que escribí en días pasados. Sugirió un título y resumió el tema. Por favor intente preguntarle lo que quiera. Quiero amables lectores que me digan, como la tía bisabuela, que ahí dentro debe haber alguien contestando.
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