Perspectiva. Lo público hay que politizarlo
En la CDMX se armó un mega escándalo por la infiltración de hidrocarburos en la red de agua potable. Desde hace tres semanas los vecinos de la demarcación Benito Juárez comenzaron a recibir agua contaminada por sus grifos. Sabía mal, olía mal y era inútil para las tareas domésticas como lavar o limpiar.
Las autoridades del Sistema de Agua de la Ciudad de México (SACM), el equivalente a nuestros sistemas de agua potable y alcantarillado, no hicieron caso. Las autoridades mandaron agua a la UNAM para que la analizaran y la universidad dijo que era potable. Falso, dijeron los vecinos.
En pocos días la gente se incomodó con la burocrática respuesta del jefe de gobierno, Martí Batres. Los vecinos, al ver que no les decían la verdad ni resolvían el problema, taparon un crucero de la Avenida Insurgentes en protesta. Ayer se cansaron del método porque ni aún así les daban solución.
Al tema acudieron de inmediato los líderes de la oposición. Les “cayó como anillo al dedo” porque todos los medios comenzaron a reportar la contaminación y a criticar la ineficiencia burocrática y la falta de sensibilidad de Batres. El tema es conocido, lo que el domingo dijo el jefe de gobierno fue que se estaba “politizando” el problema y la oposición buscaba beneficiarse. Cuando a un político no le gusta lo que pasa, de inmediato chilla, acusa a los opositores, a los adversarios de “politizar” las cosas.
Claro que la oposición tiene no solo el derecho sino el deber de politizar el problema. ¿Qué esperaba Batres? Todo lo que tiene que ver con el gobierno es político. Lo mismo si se cae el metro que si hay residuos tóxicos en el agua. Pueden ser problemas técnicos. Sin embargo el responsable final es un político. Todo, absolutamente todo lo que tiene que ver con las instituciones públicas es político. Por eso cuando un gobernante se queja de politización de los problemas, lo que tiene es resistencia a aceptar sus errores.
Un ejemplo muy sencillo: cuando el candidato Andrés Manuel López Obrador encabezó las protestas de los padres que perdieron a sus hijos de Ayotzinapa, el hoy presidente estaba haciendo política. Prometía resolver el misterio del destino de los muchachos, prometía dar con la “verdad verdadera”, porque mucho han redundado en ello.
Cuando prometió a las familias de los mineros fallecidos en la mina de Pasta de Conchos que iba a desenterrar a sus deudos, hizo política. Todas las promesas son políticas, todas las decisiones del gobierno son políticas. Construir una refinería o un tren; destruir un aeropuerto para construir otro; acabar con el Seguro Popular o tratar de rescatar a Pemex son decisiones de políticas públicas.
Es difícil que haya políticos que no se quejen de la “politización” de los problemas. La violencia y la inseguridad; la salud pública y la educación; el gasto y toda decisión que pareciera técnica, es política. Quienes trabajan en el gobierno a veces se dicen técnicos, pueden serlo, pero la ciencia y el arte de gobernar permea todo.
El tema del agua, la sequía y lo que viene de la crisis más grande que recordemos, puede ser un tema meteorológico pero su solución está en manos de la política.
Por cierto, lo de Arturo Zaldívar, aparte de jurídico, es político. Que nadie se espante.
Incluso estas palabras hacen política al referirse a la polis.
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