Perspectiva. Los dogmas de AMLO (Segunda parte)

Un mes antes de la triste historia del “trapiche”, en junio del 2019, se había inaugurado la planta automotriz más moderna de México, la BMW en Villa de Reyes, San Luis Potosí. El presidente de México no se dignó cortar el listón.

Cuando vimos a López Obrador demostrando el trapiche, un invento que trajo su odiado conquistador Hernán Cortés a la Nueva España en 1524, nos dio pena ajena tener a un jefe de la Nación con un primitivismo insultante. Nos dijeron que todo era acercamiento con la base popular, que su “sensibilidad” política le decía que ir a la inauguración del futuro industrial no era importante para sus fines. Nos dijeron que era el hombre más poderoso del país cerca de los olvidados. El dogma de “primero los pobres por el bien de todos”, sugería que el apoyo a la economía popular residía en promover trapiches, tlayudas y tlacoyos. Un regreso a la economía emergente de la Conquista hace 5 siglos.


El siguiente dogma de AMLO fue insultar la inteligencia de los mexicanos al decir que los “aspiracionistas” eran lacras sociales, que los pobres, cuando superan su condición y se convierten en “clase media” ya no votan en favor de su partido. En sus palabras estaba la peor trampa intelectual. Él es el representante de una aspiración enorme: llegar al máximo puesto de la nación. Si nunca hubiera aspirado a algo, se hubiera quedado en Tabasco.

Mao Zedong, el criminal líder comunista de China, también odiaba a la clase media, por eso destruyó la muy pobre economía de su país en los sesenta con una “Revolución Cultural” donde todo aquel que contribuía con su conocimiento a la función pública era considerado de “derecha” o un “capitalista”.

A Mao lo que le importaba era la lealtad ciega de sus funcionarios a quienes mandaba a cultivar con sus manos el campo para avivar la “lucha de clases”.

En su lugar ubicó a soldados de la Guardia Roja, personajes ineptos que rompieron la economía y mandaron al panteón por hambre a más de 30 millones de campesinos empobrecidos.

Recordemos los insultos de López Obrador a quienes salían al extranjero a estudiar posgrados. “Los enseñan a robar”, decía, no sin ocultar odio y resentimiento frente a técnicos y científicos con un horizonte mucho más amplio que su triste paso de 14 años en las aulas de la UNAM. Curioso que no haya reparado en dejar el cargo a una científica educada y doctorada en la Universidad de Berkeley.

El dogma mortal de “abrazos y no balazos” cegó la vida de decenas de miles de mexicanos por evadir la responsabilidad de hacer frente al crimen organizado; la vacilada de que tendríamos una salud pública como la de Dinamarca y la broma de construir una farmacia central para todo el país, son parte del Nacional Populismo.

Dinamarca, de la que tanto habló AMLO sin conocerla, solo tiene el 2.5 % de su población catalogada como “ricos”, el 3 % pueden considerarse “pobres” y el 94.5 % restante son “clase media”. Sí, ese país tal vez sea el más desarrollado del mundo, vive bajo las reglas del mercado y las mejores condiciones sociales. Se dice que es el más feliz del mundo. El dogma no cabe en una sociedad desarrollada. Esperemos que Claudia Sheinbaum, educada en la ciencia, deseche esos y otros dogmas sembrados por su antecesor.

 

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Enrique Gómez Orozco
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