Perspectiva. Magistrados extraviados
En defensa de la libertad religiosa
La Suprema Corte de Justicia de la Nación pretende prohibir la puesta de nacimientos en lugares públicos. Puede ser una broma más de un Poder Judicial que pretende imponer a los ciudadanos qué hacer en los espacios que les pertenecen.
Año con año, desde que tenemos memoria, las calles de nuestras ciudades se iluminan con luces navideñas. Todos los ayuntamientos desean Feliz Navidad, Felices Fiestas y Feliz Año Nuevo. Desde niños supimos que diciembre sería nuestro mes de alegría por las posadas, la Noche Buena y la celebración de la Natividad. Algunas familias hacían que el Niño Jesús trajera regalos para sus niños, otras teníamos que esperar a los Reyes Magos.
Además de luces en la vía pública, hay motivos navideños en las casas con nacimientos, coronas y series que se enredan en los árboles o en las paredes.
En las tiendas, los supermercados y a donde quiera que vayamos escuchamos hermosas canciones navideñas. No hay baladista que no tenga su álbum especial; Frank Sinatra y Michael Bublé son mis favoritos.
La Navidad es un espíritu de paz, hermandad y bienaventuranzas. Los nacimientos son la materialización de esas sagradas creencias de la mayor parte del pueblo mexicano. No hay niño que no esté fascinado por verlos.
¿Cómo puede conciliar un magistrado jacobino vestido de toga su ortodoxia laica con la celebración religiosa más importante del año? Muy fácil, con la mínima apreciación estética del alma pueden reconocer el arte de dar luz, sonido y cuerpo a nuestras tradiciones. Alain de Botton, un filósofo suizo, ateo y de ascendencia judía, explica el valor que ha tenido en la historia el sentido de comunidad creado por las iglesias y la herencia estética del arte sacro.
La historia de nuestra cultura estará siempre atada a las tradiciones judeo cristianas provenientes de España.
Bajo el pensamiento limitado de nuestra Suprema Corte también habría que quitar todos los cuadros y las esculturas religiosas de nuestros museos públicos. La Revolución Francesa fracasó en su intento de cambiar el calendario cristiano por uno propio que rompía con el pasado monárquico religioso. Como tantas otras revoluciones y presuntas transformaciones, pretendieron hacer borrón y cuenta nueva cuando fundaron la Primera República. No pudieron.
En algunos temas conservadores no estamos de acuerdo con la Unión Nacional de Padres de Familia, pero en su justo reclamo a la SCJN debemos ir con ellos porque son nuestras libertades. Igualmente respetable es que ciudadanos de otros credos puedan hacer sus reuniones y celebraciones en plazas públicas si así lo quieren. La constante debe ser el respeto a las creencias (o no creencias) de los demás.
Vivimos tiempos extraños donde el presidente puede insultar a la población que no está de acuerdo con él, como lo hizo López Obrador al calificar de “rateros, hipócritas, clasistas y racistas” a quienes irán a la marcha en favor del INE el próximo domingo. Si nos fijamos bien es un exabrupto que pretende limitar las libertades de expresión, asamblea y manifestación. Una política de corte fascista con un modelo de pensamiento único.
Hoy debemos defender al INE pero también a católicos, cristianos, musulmanes, agnósticos, mormones, ateos y cualquiera que tenga un credo religioso o político. Los únicos límites deben ser el respeto a la ley y a los demás. La Suprema Corte debe tener muchísimas cosas más importantes que preocuparse por nuestros bellos nacimientos y nuestras hermosas costumbres comunitarias. El Poder Judicial está extraviado, hay que rescatarlo también.
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