Perspectiva. Marcelo Ebrard, el ‘hombre de Estado’
Marcelo Ebrard vino a León a platicar con empresarios el viernes, antes de arrancar su campaña para ser electo candidato de Morena. El sábado abrió las cartas en el World Trade Center de la CDMX. Su discurso es sobre el futuro y nada que ver con el presente.
Dice que el país puede crecer en promedio al 4.5% del 2025 al 2030, justo el sexenio que quiere encabezar. La receta es distinta a la del presidente López Obrador: atracción de inversiones y más globalización del país. Nunca menos.
Si Morena (o el dedo de AMLO) lo seleccionara como candidato presidencial, sería el contendiente más fuerte para la Alianza va X México. Lo vemos como un personaje curtido que sabe resolver problemas, en particular todos los que crean algunos de los radicales del gabinete. En su charla no se ve ningún rasgo de populismo sino un pragmatismo aprendido desde que se formó en la política con Manuel Camacho, entonces jefe del D.F.
El Presidente, quien es el más provinciano de los que hemos tenido en medio siglo, delega a Ebrard todo el trabajo de relaciones exteriores. Lo mismo va de representante de México a reuniones de mandatarios como la reunión del “Grupo de los 20”, que deshace entuertos que le corresponden directamente a Palacio o a otras dependencias.
Si hay que conseguir vacunas, él lo hace; si debe mediar para no enfrentar las decisiones equivocadas en el nombramiento de embajadores, lo logra. En próximos días tendrá que aplicarse para enderezar las barbaridades de Rocío Nahle, la secretaria de Energía con su política absurda, al igual que remendar el despropósito de impedir la importación de maíz transgénico de EU.
Su trabajo es de equilibrista. No puede romper con López Obrador pero si puede atizar con todo a su contrincante, Claudia Sheinbaum. Su proyecto no tiene nada que ver con la visión provinciana, militarista y autocrática de su partido. Por el contrario, Ebrard sería un constructor de coincidencias, o como lo definió la maestra Elba Esther Gordillo en una entrevista con Milenio: “un hombre de Estado”.
Por su primera educación política, el Canciller tiene mayor afinidad con la filosofía económica de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo que con la propuesta de AMLO.
Al menos no escuchamos de su parte diatribas en contra del neoliberalismo ni de la inversión española o norteamericana.
La carrera electoral comenzó formalmente el fin de semana y se prolongará hasta que Morena reciba la orden del Presidente de destapar a su corcholata preferida.
Será al viejo estilo del PRI. La única forma en que Ebrard pudiera llegar sería voltear las preferencias en las encuestas. Algo casi imposible si Sheinbaum tiene todo el apoyo del gobierno y de Morena. López Obrador sabe que sería más fácil ganar la elección con Ebrard porque no tiene el sello de antagónico de Claudia y buena parte del empresariado lo ve bien. Sin embargo, también sabe que al día siguiente de la elección, aún antes de que termine el sexenio en septiembre del 2024, Ebrard se iría por la libre y la siguiente transformación nada tendría que ver con los años que hemos vivido. Lo que no quiere saber AMLO es que tampoco Claudia seguiría bajo sus órdenes. Cuando alguien se sienta en la silla del Águila, hay una transformación. Lázaro Cárdenas dio la muestra al despachar a Plutarco Elías Calles; Zedillo cuando encarceló a Raúl Salinas de Gortari y Felipe Calderón cuando se olvidó de que Vicente Fox existía.
Esto se va a poner divertido, dijo un buen colaborador.
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