Perspectiva. Musk, el genio extraño
Elon Musk se dio a la tarea de comprar la red social Twitter. Alguna intuición sobre el futuro vio que le produjo la chispa que acompaña a las mentes prodigiosas. Según explicaba, la plataforma no debería ser censurada y ser ejemplo de libertad de expresión. Tal vez ese era el pretexto para apostar 44 mil millones de dólares en su compra.
A medio camino quiso cancelar la compra porque los funcionarios de la empresa no reportaban con veracidad el número de cuentas falsas. Los “bots” inflan la interacción que se supone debe ser de seres humanos. El pleito llegó al litigio y al final Musk compró el negocio y lo sacó del mercado. Acto seguido, corrió al directorio de funcionarios y cortó a la mitad la nómina.
Twitter, como muchas empresas de tecnología, tarda en ser rentable. Las pérdidas operativas del primer semestre del año se acercaron a los 500 millones de dólares. Una hemorragia insostenible para el nuevo dueño. Como todos los negocios de tecnología son terriblemente complejos, el cambio de política de liberar todo tipo de publicaciones “que no rompan la ley”, encendió los focos rojos de las empresas que se anunciaban en el medio.
Grandes empresas abandonaron el barco y mucho del talento cultivado a lo largo de los años, abandonó la empresa y ahora parece estar a la deriva en medio de aguas turbulentas. Donald Trump, a quien habían echado por difundir falsedades sobre la elección presidencial donde perdió, fue admitido de nuevo mediante una presunta elección dentro de la propia red.
Hace unos días Elon Musk decía que trabaja tanto dirigiendo sus tres grandes empresas (Tesla, SpaceX y Twitter) que no podía recomendar a nadie el esfuerzo que significaba. Luego envió un mensaje a los colaboradores que quedan en Twitter para pedirles un esfuerzo extraordinario. Quienes no quisieran hacerlo, obtendrían 3 meses de sueldo y quedarían fuera.
Las críticas y los insultos llegaron; la descalificación de su estilo de liderazgo y administración fueron despreciados, también la posible apertura de discursos de odio, racismo y fanatismo de ultraderecha. Twitter es un animal tecnológico demasiado peligroso si se le deja en absoluta libertad, con 450 millones de usuarios mensuales, la red acogió a grandes personalidades para expresar sus opiniones al instante. Barak Obama es quien más seguidores tiene con 133 millones, más personas que la población de México. El propio Elon Musk tiene 118 millones. Trump 88 millones.
La discusión sobre la libertad seguirá durante algún tiempo pero el espectáculo más interesante será ver qué hace con esa plataforma el mayor genio del Siglo XXI. Quienes apuestan a la quiebra de Twitter siguen los pasos de los que perdieron cuando decían que Tesla iba a quebrar o que SpaceX no sería negocio.
¿A quién se le ocurre sembrar miles de satélites de órbita baja para proporcionar internet a todo el mundo? Hoy en todo México se puede comprar -por el precio de un televisor- el aparato y la antena para conectarse directo a sus satélites con velocidades de hasta 200 MB. Con esa tecnología Ucrania mantiene comunicado a su ejército en defensa de la invasión de Rusia.
Que el tipo es raro y dice cosas fuera de lugar, que su estilo de administración es rudo y su forma de trabajar va contra todas las enseñanzas de la productividad, que aún es más extraño cuando dice que el problema del mundo es la falta de población y no la sobrepoblación, es cierto. Musk hará de Twitter otro monstruo de creación de valor y riqueza. Ya lo veremos.
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