Perspectiva. Pasión política
La pasión en la política, como en todos los afanes humanos, tiene un gran valor si puede controlarse. La precandidata de la oposición con mayor enjundia es Lilly Téllez. En su discurso del martes encendió al Senado.
Ese estilo apasionado contrasta con la mesura razonada de Enrique de la Madrid, con las palabras académicas de Juan Carlos Romero Hicks o la sobria timidez de Luis Donaldo Colosio. Ricardo Anaya le sigue en coraje discursivo, pero no le llega y además lo tienen enjaulado en el exilio. Para la oposición y muchos desencantados con la militarización del país, Lilly es su campeona.
Vivimos una reencarnación del PRI en Morena. El presidencialismo; el control de todos los poderes, por las buenas o las malas; la concentración de las decisiones en Palacio son como hace 40 años. La diferencia son las voces discordantes que nunca escuchamos durante el “sistema” priísta. Jamás un opositor calló a un líder obrero como lo hizo Téllez con Napoleón Gómez Urrutia; jamás un miembro del PAN se había atrevido a decir que quería “vivo” al presidente para que rindiera cuentas de lo que ella llamó la pudrición del país.
Para muchos la violencia del discurso no tiene cabida cuando son calificativos e insultos llanos acompañados de alguna idea. La Lilly (como dicen en el Norte) salió a vapulear, a tirar ganchos al hígado, a irritar al Presidente y a noquear al partido en el poder. A los militares los acusó de élite corrupta y llena de “cash”.
En las redes aparecieron memes haciendo referencia al valor que se debe tener para enfrentar al acrecentado y empoderado Ejército y al propio presidente Lopez Obrador. Seguro que los demás precandidatos meditan por qué ese discurso incendiario hace sentido cuando la oposición nada de muertito como diría Fox.
¿Qué tanto puede crecer la Senadora para ganar el alma de la oposición?
La pasión de Lilly hace recordar a Juana de Arco, aquella joven que movió a Francia contra los ingleses en la Guerra de los Cien Años, que se convirtió en víctima de su propio éxito cuando algunos franceses aliados a Inglaterra la entregaron para luego ser enviada a la hoguera antes de cumplir los veinte años. Algunos historiadores dicen que padecía esquizofrenia porque creía hablar con arcángeles y santos. Al tiempo fue beatificada y canonizada. A Francia le vino bien su imagen de mujer libertadora.
Imaginemos por un momento que Claudia Sheinbaum enfrentara en la elección del 2024 a La Lilly. Sería una campaña inédita para el país. En los próximos meses las encuestas indicarán quién es la persona más aventajada para contender contra Claudia, la virtual candidata de Morena. El PAN tendrá que decidir candidato o candidata, porque el PRI es una vergüenza de partido y el PRD apenas si pinta.
Al final de su discurso, La Lilly recibió insultos y reclamos de senadoras de Morena, justo en su cara, como si fueran a pelear. Le reclamaron que alguna vez tuvo vigilancia de militares, entonces era hipócrita. La Lilly aguantó la andanada con aplomo.
Juana de Arco inspiró a una nación porque en su mente llevaba la espada de Dios, el mandato de arcángeles y una furia desatada. Aún nos resulta increíble que una chica adolescente haya dirigido combates y ganado batallas. Seguro que también usó palabras incendiarias que elevaron el espíritu de lucha francesa como nadie lo había hecho. Algo que le hace falta a la oposición en México.
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