Perspectiva. Planos a la obra

Dos días de lluvia nocturna, fruto de los últimos huracanes, alivian el alma ante la sequía de este año. Pero la frescura de la mañana y los campos agradecidos no deben distraernos de lo que nos espera si no hacemos algo para traer y luego conservar el agua en nuestras ciudades.

En las mediciones de la SAPAL vemos que el promedio de precipitaciones en lo que va del 2023  apenas llega a 300 milímetros (300 litros por metro cuadrado). El promedio de los últimos 8 años, hasta octubre, fue de 654 milímetros. Más del doble de lo que hemos recibido del cielo este año.

Los ciclos de lluvia son variables, pero no al extremo de los dos últimos años. Podemos decir que es por el calentamiento global, por el fenómeno de “El Niño” o por lo que queramos creer. En 2018 tuvimos un pico de lluvia con 934 milímetros a octubre. Tres veces más agua que ahora.

Los especialistas dicen que sufrimos “estrés hídrico”. Es más fácil decir sequía. El problema es que no estamos preparados para que las presas tengan un tercio de su  capacidad, ni que el nivel dinámico de los pozos caiga entre 10 y 20 metros por año. Puede llegar el momento en que se sequen o que se bombeen aguas fósiles con elementos indeseables.

Si bien no podemos hacer mucho para que llueva, lo que sí debemos hacer es tener un proyecto de emergencia para racionar el abastecimiento y otro para traer agua de la presa de Solís desde Acámbaro. El gobierno de la 4T nos quitó la posibilidad de traer agua del Zapotillo, una obra que sería suficiente para León y los Altos de Jalisco, todo por un castigo político.

Luego nos dieron atole con el dedo, pasearon a los funcionarios por las salas de Gobernación para finalmente mandar por un tubo cualquier inicio de solución en este sexenio. Hay cosas que no hemos hecho por razones extrañas: el proyecto político con el Distrito de Riego 11 y el proyecto hidráulico ejecutivo para comenzar la obra.

Se estima que el proyecto hidráulico puede costar unos 165 millones de pesos y tardaría entre uno y dos años para realizarlo. El dinero lo tiene el Gobierno del Estado, SAPAL o, en caso extremo, la banca, que gustosa daría un préstamo para hacerlo.

Samuel García, gobernador de Nuevo León, con todo y lo fantoche que es, ya instaló la tubería para dotar a la Zona Metropolitana de Monterrey con agua desde la presa de El Cuchillo. Lo hizo en tiempo récord, y aunque todavía no funciona al cien por ciento, pronto lo hará. Pero no solo eso, también se puso de acuerdo con Tamaulipas para el eventual aprovechamiento del agua del río Pánuco. Nuevo León es una locomotora económica que no puede detenerse por falta de agua o electricidad.

Nuestro futuro “hídrico” dependerá mucho de quién gane las elecciones del 2024. No podemos especular sobre quién será la próxima presidenta, pero tenemos que plantear desde la campaña electoral qué compromisos harán Xóchitl y Claudia cuando vengan a pedir el voto; qué planteamientos tendrán Sheffield y Libia para solucionar a largo plazo la sed de León y de Guanajuato.

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Enrique Gómez Orozco
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