Perspectiva. Qué gusto

Apenas antier Donald Trump había dicho que de llegar a la presidencia podría atacar con el ejército norteamericano a México, a sus cárteles de la droga. Hace 7 años Trump amenazaba con terminar el Tratado de Libre Comercio, con deportaciones masivas de paisanos sin papeles.

También nos insultaba con frases racistas al referirse a nuestros connacionales como violadores y delincuentes, cuando los datos nos dicen que los inmigrantes mexicanos cometen menos delitos que los blancos, cuando aportan más al futuro de EE UU por su empeño y trabajo incomparable.

Trump ganó sin tener mayoría. Pudo llegar sólo por la extraña forma del sistema electoral de sumar votos distritales. Desde que comenzó su periodo, Trump mandó cambiar el TLC, al que por razones de beneficio económico mutuo no lo extinguieron como fuera su promesa de campaña.

Ahora el ex Presidente está en el banquillo de los acusados ante la corte de Nueva York, donde tendrá que explicar por qué usó fondos de campaña para convencer a una artista porno de que guardara silencio sobre su relación.

Durante su campaña los opositores habían expuesto frases terribles, expresiones misóginas y vulgares dedicadas a la mujer en general. Al electorado le tuvo sin cuidado su moral y los negocios turbios de su organización con Rusia, además de su aprecio, miedo o respeto por Vladimir Putin.

Desde antes de entrar en campaña, Trump va atrás del gobernador de Florida Ron De Santis, quien tiene alguna ventaja también sobre el propio Joe Biden. El “indictment” o acusación para que se presente a testificar va a ser un show, como lo fueron sus programas de televisión en “The apprentice”.

Para los mexicanos es una buena noticia por dos razones: el hombre que nos injurió, ablandó a nuestras autoridades y dice tener la intención de mandar al U.S. Army en incursiones punitivas contra los narcotraficantes, rendirá cuentas de sus delitos. Luego está el mensaje implícito: en Estados Unidos ni siquiera el presidente está por encima de la ley. Las instituciones prevalecen sobre “hombres fuertes” como él.

La herida que produjo a la sacrosanta democracia norteamericana cuando mandó a sus hordas de fanáticos a invadir el Capitolio (su templo sagrado secular), rompiendo toda norma, alentó a la rebelión, delito mucho más grave que cualquier otro del que se le acuse. Trump quiso reventar la elección del 2020 inventando fraudes inexistentes para seguir en la Casa Blanca o con propósitos que nadie comprende.

El triunfo de las instituciones sobre los líderes fuertes, sobre los gobernantes que no reconocen leyes ni aceptan datos reales, contará también para nuestro futuro. La Rebelión  de las colonias y la construcción de un gobierno del pueblo y para el pueblo en 1776, influyó para nuestra guerra de independencia. Nuestro nombre, los tres poderes y la estructura legal del México libre tuvo buen ejemplo en Jefferson, Washington y los signatarios de la Constitución de esas 13 colonias.

Siempre nos pareció extraña la amistad de nuestro presidente con Trump. Aquellos que habían destrozado a Luis Videgaray y a Enrique Peña Nieto por haber invitado a Trump a México, se convertían en complacientes gobernantes.

Qué gusto nos da la acusación que pesa sobre Trump. Aunque salga bajo fianza, aunque chille y se haga la víctima de los liberales tribunales neoyorquinos, lo más probable es que quede deshabilitado como candidato por la carga de la acusación. Ganan las instituciones de Estados Unidos, gana la democracia y gana México, donde tenemos la sombra autocrática de quienes desean ver despedazado al órgano electoral y al Poder Judicial.

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Enrique Gómez Orozco
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Enrique Gómez Orozco, Opinión, Columnista BI

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